“Sauido ya por los de México como ya la guerra estaua publicada y que no se podía dexar de hacer y efetuar, la gente comun, temerosa, empeçó a temer y hacer lástimas y á pedir á los señores y al rey los dexase salir de la ciudad. Los señores consolándolos, y el rey en persona les dijo: no temais, hijos míos, que aquí os pondremos en libertad sin que os haga mal ninguno. Ellos replicaron, ¿y si no salieredes con ello, qué será de nosotros? Si no saliéremos con nuestro yntento nos pondremos en vuestras manos, dixeron ellos, para nuestras carnes sea mantenimiento vuestro, y allí os vengeis de nosotros y nos comais en tiestos quebrados y sucios, para que en todo nosotros y nuestras carnes sean infamemente tratadas. Ellos respondieron, pues mirá que así lo emos de hacer y cumplir, pues vosotros mismos os dais la sentencia; y así nosotros nos obligamos, si salís con vuestro intento, de os seruir y tributar y ser vuestros terrasgueros y de edificar vuestras casas y de os seruir como á verdaderos señores nuestros, y de os dar nuestras hijas y hermanas y sobrinas para que os siruais dellas, y cuando fuéredes á las guerras de os lleuar vuestras cargas y bastimentos y armas á cuestas, y de os seruir por todos los caminos por donde fuéredes; y finalmente, vendemos y subjetamos nuestras personas y bienes en vuestro seruicio para siempre. Los principales y señores viendo á lo que la gente común se ofrecia y obligaua, admitieron el concierto, y tomándoles juramento de que así lo cumplirian, ellos lo juraron […]”1
En el plano castrense Itzcoatl elevó a sus familiares más cercanos a los más
altos grados, nombrando a sus sobrinos Motecuhzoma y Tlacaelel, respectivamente, tlacatecatl y tlacochcalcatl, es decir capitán
general del ejército y general jefe del armamento militar.
Instituyó, como ya se
dijo en el capítulo anterior el Consejo de los Cuatro, dentro del Consejo
Supremo, compuesto de cuatro nobles escogidos de entre
los parientes más próximos, uno de los cuales tenía que ser electo como nuevo tlahtoani.
En el aspecto social, la
distribución de tierras entre los nobles y guerreros
distinguidos constituyó la base económica para una fuerte estratificación, que
continuaría hasta la época de la llegada de los españoles. Esta disposición de
propiedades en manos de Itzcoatl, tras la derrota de los tepanecas, supuso un gran instrumento para la consolidación del poder
de la dinastía. Hasta entonces las prerrogativas de los tlahtoque habían estado bastante limitadas por las
potestades paralelas de los jefes de los calpoltin, en cuanto que
impartían justicia y repartían los tributos y los efectivos militares entre los
habitantes de los mismos. La distribución de tierras entre nobles fortaleció
una clase social a la cual además se dieron otra serie de privilegios, como
cargos en la incipiente administración
burocrática. También la entrega de propiedades a los guerreros sobresalientes
ayudó a crear una categoría de militares ennoblecidos que se ligó más a los
intereses del poder central que a los de
sus unidades sociales de origen, facilitando con ello la política de expansión
militar del estado.
Lo dicho hasta ahora
sobre la distribución de tierras hace necesario comentar, aunque sea
sucintamente, el régimen de tenencia de las mismas por parte de la sociedad
mexica. La mayor parte de
las propiedades, a partir de la expansión territorial iniciada por Itzcoatl, radicaba fuera de Tenochtitlan, pues el espacio
destinado al cultivo en la ciudad era reducido y sus habitantes anteriormente
dependían, en gran medida a través del intercambio por productos del lago, del
suministro de recursos agrícolas de otros altepeme de la Cuenca.
No existe acuerdo entre los tratadistas sobre la existencia o
no de propiedad privada de la tierra entre los mexicas. Sin embargo, prescindiendo de concepciones de tipo
jurídico o formal, se puede decir que lo verdaderamente esencial sobre su
tenencia no estribaba tanto en su propiedad como en su provecho. Dice Castillo
Ferreras al respecto:
“Si ningún mexica, incluyendo al tlatoani, pudo pregonar en aquella época ‘esta tierra es mía’, estaba en lo cierto: la tierra no era de él sino para él.”2
Aceptando que sólo
existían dos clases de propiedad de las tierras, la comunal y la estatal, las
mismas eran, respectivamente, las calpollalli
-literalmente tierras del calpolli- y las altepletalli -textualmente tierras del altepetl- .
En atención al uso a que
estuvieran dedicadas, las fuentes documentales hablan, entre otras, de las
siguientes categorías:
-Calpollalli, tierras comunales, de posesión corporativa de los miembros del calpolli. Entre ellas se podían distinguir las cultivadas en común para el pago del tributo y las que se entregaban a cada uno de sus miembros para su labradío y sustento; éstas no se podían vender ni arrendar por parte de sus usufructuarios y si las dejaban de cultivar sin justificación por más de dos años las perdían.
-Tlatocatlalli, textualmente tierras del tlahtoani. Tierras públicas destinadas a un gobernante por sus funciones de dirigente supremo de un altepetl. Eran inalienables y pasaban al próximo tlahtoani al suceder a su predecesor.
-Tecpantlalli, literalmente tierras del palacio. Tierras públicas reservadas para cubrir las necesidades de los servidores del palacio del señor. Las personas que las usufructuaban, los tecpanpouhque, no podían ni venderlas ni arrendarlas, aunque las podían transmitir hereditariamente si sus hijos seguían al servicio del palacio.
-Pillalli, tierras de los nobles. Tierras concedidas por el gobernante a los pipiltin de nacimiento. Podían ser cedidas hereditariamente. Esta posibilidad de transmisión hereditaria es la que ha conducido a algunos historiadores a divulgar la existencia de la propiedad privada de estas tierras. Sin embargo su posesión tenía ciertas limitaciones, pues aunque podían ser vendidas el adquirente debía de ser otro noble, nunca un plebeyo.
También se incluían en esta rúbrica las tierras entregadas a guerreros del pueblo llano que se habían distinguido en batallas, los cuauhpipiltin, cuyo estatus nobiliario era inferior al de aquellos; y las tierras concedidas a determinados señores por prestación de servicios públicos. En estos casos la posesión no era transmisible por herencia.
-Teotlalli, tierras de los templos. Tierras públicas entregadas por el gobernante para el mantenimiento de los templos y sus sacerdotes.
-Milchimalli, tierras cuyos rendimientos estaban destinados al sostenimiento del ejército.
Murió Itzcoatl el año 13 tecpatl -1.440 d.C.-, y, además
de las reformas efectuadas en las facetas política, militar y social ya
comentadas, durante su mandato se ejecutaron importantes obras públicas como
fueron la construcción de la calzada de Itztapallapan, el engrandecimiento
del Huei Teocalli y la elevación de otros templos.
La calzada de Itztapallapan unía en línea recta el centro ceremonial de Tenochtitlan con Huitzilopochco, con dos ramales previos que comunicaban uno con Coyohuacan y otro con Mexicatzinco e Itztapallapan. Desde Huitzilopochco, la vía continuaba por la orilla del lago hasta las cercanías de Xochimilco, donde se internaba de nuevo en las aguas hasta llegar a esta población.
Por disposición de Itzcoatl la calzada fue construída por los xochimilca, con ayuda de los coyohuaque y los atzcapotzalca, tras la derrota de los mismos por los mexicas. He aquí como describe Alvarado Tezozómoc dicha orden:
“Entendido por él, hizo llamar a los tepanecas de Azcapuçalco y los de Cuyuacan juntamente, los suchimilcas, e les dixo: ‘luego habeis de poner entre todos vosotros una calçada y camino, toda de piedra pesada de quince braças de ancho, dos estados de alto’. Y visto el mandato, se hizo luego, que es éste de agora de la entrada de Mexico Xoloco.”3
Se han
descubierto siete fases constructivas del Huei
Teocalli o Templo Mayor y que cada una consistía en una superposición
sobre la anterior, haciendo el edificio más ancho y más alto, basándose en la
necesidad de evitar su hundimiento en el
terreno pantanoso y en el no menos importante empeño de los sucesivos
gobernantes en aumentar su prestigio y su impresión de poder. Pues bien, la que
ha sido llamada fase III, que cubrió totalmente la construcción anterior, es
atribuída por los arqueólogos a la época de Itzcoatl, ya que una fecha grabada en la parte
posterior del basamento representa el año nahui
Acatl -4 Caña-,
correspondiente a nuestro 1.431 d.C., unos cinco años después de la
asunción del poder por este tlahtoani.
2. Víctor M. Castillo F.: Estructura económica de la sociedad mexica según las fuentes documentales. UNAM. Instituto de Investigaciones Históricas. 3ª ed. México 1996. p. 84. ↩
3. Fernando Alvarado Tezozómoc: Crónica Mexicana. Editorial Dastin. 2ª ed. Madrid 2001. p. 106. ↩
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