Todo lo que le ocurra a la tierra
les ocurrirá a los hijos de la tierra.
Seattle, jefe de la tribu Suwamish, al presidente
de los Estados Unidos, Mr. Franklin Pierce. 1885
La geografía
El medio geográfico que rodea el asentamiento de un pueblo y donde tienen lugar los principales hechos que constituyen su historia es materia merecedora de estudio, por cuanto tiene de importancia el ecosistema en el devenir individual y cultural de las civilizaciones.
En el caso que me ocupa -el estudio de la historia de los mexica- dicho grupo, de habla nahuatl, pertenecía a un área geográfica conocida como Mesoamérica, compuesta por una combinación de diversas etnias con grados diferentes de desarrollo cultural. Dicho término -Mesoamérica- constituye un "instrumento conceptual", introducido por el antropólogo alemán Paul Kirchhoff1, para delinear un espacio geográfico constituído por un mosaico de pueblos que participaban, a la llegada de los españoles en el Siglo XVI, de unos rasgos culturales comunes. Según él, dicho espacio abarcaba por el norte desde el río Pánuco al Sinaloa, pasando por el Lerma; y por el sur, desde la desembocadura del río Motagua hasta la península de Nicoya en Costa Rica, pasando por el lago de Nicaragua.
De entre esos rasgos comunes -Kirchhoff llegó a cuantificar hasta treinta y nueve -se pueden citar los siguientes-:
1. Bastón plantador -coa-; construcción de huertas ganando terreno a los lagos -chinampas-; cultivo de la chía, del maguey, del cacao, del algodón, del frijol, de la calabaza y del maíz; molienda de éste último con ceniza o cal.
2. Pulimento de la obsidiana; uso de espadas de palo con hojas de pedernal u obsidiana en los bordes; tubos de cobre para horadar piedras.
3. Construcción de pirámides escalonadas; pisos de estuco; patios con anillos para el juego de pelota.
4. Mercados especializados o subdivididos según especialidades; mercaderes que actuaban a la vez como espías; guerras para conseguir víctimas para sacrificar; órdenes militares -caballeros águilas y tigres-.
5. Escritura jeroglífica; signos para representar números; libros plegados estilo biombo; anales históricos y mapas.
6. Existencia de dos calendarios: uno ritual de 260 días formado por la combinación de 13 números y 20 días; y otro anual, de 18 meses de 20 días mas cinco adicionales; combinación de los dos períodos anteriores para formar un ciclo de 52 años; días de buen o mal agüero; personas llamadas según el día de su nacimiento.
7. Uso ritual de papel y hule; ciertas formas de autosacrificio -sacarse sangre de la lengua, orejas, piernas, órganos sexuales-; sacrificios humanos -quemar hombres vivos, bailar usando como vestido la piel de la víctima-; sacar el corazón a hombres vivos y rociar santuarios con la sangre de las víctimas sacrificadas.
Dentro de esta gran super área cultural el pueblo de los mexica hizo su entrada en la Cuenca de México bien iniciado el siglo XIII y, según sus tradiciones, procedente del norte de la misma después de una larga migración.
Sin embargo, dado que los lagos de Xaltocan y Zumpango se situaban a un nivel más alto que el lago Texcoco, es probable que a principios del siglo XVI, en épocas normales, el aspecto de los lagos fuera el que figura a continuación.
Ya los primeros historiadores de la Nueva España nos dejaron algunas reseñas sobre el aspecto físico de los mexica. Así, por ejemplo, el capellán de Cortés en España, López de Gómara, que aunque no viajó al Nuevo Mundo fue verosímilmente informado por aquél, escribe: Estas reseñas genéricas, y a veces discordantes, pueden servir de punto de partida para una descripción de las características físicas de los mexica, teniendo en cuenta que las mismas, debido al entrecruzamiento de los pueblos de las riberas lacustres, podrían se aplicables a los xochimilca, tepaneca, colhuaque, etc.
1. Paul Kirchhoff: "Mesoamérica, sus límites geográficos, composición étnica y caracteres culturales". Acta Americana, Vol. I, núm. 1, 1943. pp. 92-107. ↩
1. Bastón plantador -coa-; construcción de huertas ganando terreno a los lagos -chinampas-; cultivo de la chía, del maguey, del cacao, del algodón, del frijol, de la calabaza y del maíz; molienda de éste último con ceniza o cal.
2. Pulimento de la obsidiana; uso de espadas de palo con hojas de pedernal u obsidiana en los bordes; tubos de cobre para horadar piedras.
3. Construcción de pirámides escalonadas; pisos de estuco; patios con anillos para el juego de pelota.
4. Mercados especializados o subdivididos según especialidades; mercaderes que actuaban a la vez como espías; guerras para conseguir víctimas para sacrificar; órdenes militares -caballeros águilas y tigres-.
5. Escritura jeroglífica; signos para representar números; libros plegados estilo biombo; anales históricos y mapas.
6. Existencia de dos calendarios: uno ritual de 260 días formado por la combinación de 13 números y 20 días; y otro anual, de 18 meses de 20 días mas cinco adicionales; combinación de los dos períodos anteriores para formar un ciclo de 52 años; días de buen o mal agüero; personas llamadas según el día de su nacimiento.
7. Uso ritual de papel y hule; ciertas formas de autosacrificio -sacarse sangre de la lengua, orejas, piernas, órganos sexuales-; sacrificios humanos -quemar hombres vivos, bailar usando como vestido la piel de la víctima-; sacar el corazón a hombres vivos y rociar santuarios con la sangre de las víctimas sacrificadas.
Dentro de esta gran super área cultural el pueblo de los mexica hizo su entrada en la Cuenca de México bien iniciado el siglo XIII y, según sus tradiciones, procedente del norte de la misma después de una larga migración.
La Cuenca de México, situada en la parte sur del Altiplano Central, ha sido denominada impropiamente por algunos autores como Valle de México, cuando en realidad no se trataba de un verdadero valle, ya que su superficie no aparecía excavada por un río.2 En el siglo XVI era una depresión cerrada o endorreica; es decir, sin salida fluvial al mar.
La Cuenca se localiza en la denominada tierra fría -más de 1600 m. de altura-, en contraposición a la tierra templada - entre 800 y 1600 m.- y a la tierra caliente -entre el nivel del mar y los 800 m.-. En la tierra fría existen dos estaciones, una seca y otra lluviosa, y en ella se producían fundamentalmente maíz, frijoles, calabaza y amaranto; en sus tierras más altas, se cultivaba el maguey y el nopal. En la tierra templada, además de los productos anteriores se daba también el algodón. Y en la tierra caliente, además del algodón, se producían productos tropicales inexistentes en las anteriores, como cacao, vainilla, tabaco y determinadas clases de frutas.
En la Cuenca existían dos complejos lacustres: el nororiental, con las lagunas de Tecocomulco, Atochac y Apan; y el occidental, al que seguidamente se hará referencia.
En la Cuenca existían dos complejos lacustres: el nororiental, con las lagunas de Tecocomulco, Atochac y Apan; y el occidental, al que seguidamente se hará referencia.
Al oeste de la Cuenca se encontraba, como se ha dicho, la zona lacustre del que se ha denominado impropiamente Valle de México. En el Siglo XV se extendía, aproximadamente, sobre unos 600 km2.
Este complejo lacustre estaba constituído por cinco lagos de aguas someras que en tiempos de abundantes lluvias y crecidas formaban una única lámina de entre uno y tres metros de profundidad. Los lagos eran los de Texcoco, el mayor de ellos, al centro; los de Xochimilco y Chalco, al sur y sureste; Xaltocán y Zumpango, al norte. El lago de Texcoco era salobre en su parte oriental y, al ser el más bajo de ellos, recibía las aguas de los otros, sobre todo en épocas de lluvias.
Este complejo lacustre estaba constituído por cinco lagos de aguas someras que en tiempos de abundantes lluvias y crecidas formaban una única lámina de entre uno y tres metros de profundidad. Los lagos eran los de Texcoco, el mayor de ellos, al centro; los de Xochimilco y Chalco, al sur y sureste; Xaltocán y Zumpango, al norte. El lago de Texcoco era salobre en su parte oriental y, al ser el más bajo de ellos, recibía las aguas de los otros, sobre todo en épocas de lluvias.
En ellos desaguaban manantiales y numerosos ríos procedentes de las elevaciones que los rodeaban. El arquitecto, urbanista y sociólogo Jorge Legorreta informa de 45 corrientes que bajaban de las montañas circundantes:
"En síntesis, la ciudad de México y su área metropolitana, con 22 millones de habitantes y 2 000 kilómetros cuadrados de superficie, está asentada en la parte baja de una cuenca de 9 600 kilómetros cuadrados; la delimitan sesenta montañas, cuya altitud varía entre 5 600 y 3 200 metros, desde donde desciende, en forma permanente, agua a la urbe ubicada a 2 200 metros, la cual proviene del hielo existente en las partes más altas de algunos volcanes, así como de catorce ríos perennes que nacen de manantiales en las partes altas y medias de dichas montañas. Otros aportes de agua, temporales, provienen de 31 ríos más, que se forman de mayo a octubre, durante la época de lluvias, lo cual es un valioso recurso que durante siete meses al año, desde hace siglos, nos obsequia sin distingos la naturaleza".3
Esquema de la zona lacustre miles de años antes a la llegada de los españoles, con algunos de los principales ríos que desembocaban en los lagos. Modificado de Sanders, Parsons y Stanley.4
Sin embargo, dado que los lagos de Xaltocan y Zumpango se situaban a un nivel más alto que el lago Texcoco, es probable que a principios del siglo XVI, en épocas normales, el aspecto de los lagos fuera el que figura a continuación.
Probable aspecto de la zona lacustre a principios del XVI.
Modificado de C. Niederberger.
Y en la sección occidental del lago Tetzcoco se hallaba situado el islote donde los mexica se establecieron definitivamente, alrededor de 1.325 d.C., como punto final de su azaroso reco-rrido por diversos lugares de la Cuenca. En dicho paraje fundaron su capital, Tenochtitlan.
Al principio solo disponían de los productos que proporcionaba el lago: la fauna ictícola, representada por varias clases de peces; pequeños camarones, batracios, tortugas, insectos y larvas que, junto con algunas algas, constituían una importante fuente de proteínas para los ri- bereños. En la época de invernada recalaban en los lagos numerosas bandadas de decenas de
de miles de aves migratorias procedentes de las tierras pantanosas de Canadá y del norte de
Estados Unidos. Eran frecuentes distintos tipos de patos, gansos, colimbos, cormoranes y pelí-canos, espátulas, garzas y gallaretas. Tenían domesticado al perro y como ave de corral cria-ban al pavo o guajolote.
Al faltarles leña para combustión en los hogares, piedra y madera para las construcciones, intercambiaron con los pueblos ribereños aquellos productos por éstos, pues en los montes cercanos a los lagos abundaban las rocas volcánicas y los bosques. No obstante, con el crecimiento de la población, la producción agrícola de alimentos se hizo insuficiente, lo que junto con otros factores, como su acreditado belicismo -habían ejercido anteriormente como mercenarios de otros pueblos ribereños-, les llevó a expandirse primero por las orillas de los lagos y después por territorios más lejanos, hasta llegar a constituir un verdadero imperio.
El individuo
Ya los primeros historiadores de la Nueva España nos dejaron algunas reseñas sobre el aspecto físico de los mexica. Así, por ejemplo, el capellán de Cortés en España, López de Gómara, que aunque no viajó al Nuevo Mundo fue verosímilmente informado por aquél, escribe:
"Son los hombres de mediana estatura, mas rehechos, leonados en color, los ojos grandes, las frentes anchas, las narices muy abiertas, los cabellos gordos, negros, largos, mas con garceta. Hay muy pocos crespos ni bien barbados, porque se arrancan y untan los pelos para que no nazcan [...]"5
Francisco Hernández, nombrado por Felipe II "protomédico general de nuestras Indias, yslas y tierra firme del mar Océano", testigo ocular, los describe así:
"Son de mediana estatura, de color rojizo, ojos grandes, ancha frente, narices muy abiertas, nuca plana, pero ésta se debe a la industria de los padres; cabellos negros, grasosos, flexibles y largos y aquellas partes que suelen ser cubiertas por pelo, en gran parte vellosas o completamente lampiñas." 6
El criollo jesuita Francisco Javier Clavijero anotaba al respecto:
"Son los mexicanos de estatura regular, de la cual se desvían más por exceso que por defecto; de buenas carnes y de una justa proporción en todos sus miembros; de frente angosta, de ojos negros y de una dentadura igual, firme, blanca y tersa; sus cabellos tupidos, gruesos y lisos; de poca barba y rala y de ningún pelo (por lo común) en aquellas partes del cuerpo que no recata el pudor. El color de su piel es ordinariamente castaño claro." 7
Así, la "estatura mediana o regular" hay que tomarla en consideración comparándola con la de los españoles de aquella época, que sabemos que era de unos 1,60 metros.
Los hallazgos arqueológicos y los modernos avances de la Antropología Física permiten afirmar que la estatura media de los habitantes de Mexico-Tenochtitlan inmediatamente antes de la llegada de los españoles era, aproximadamente, de 1,60 m. para los hombres y de 1,50 m. las mujeres.8 En cuanto a la forma de su cabeza, eran, por lo general, mesocraneanos; poseían caras alargadas y nariz de amplitud ancha o media.
Practicaban en algunos casos, como rasgos culturales que afectaban a su aspecto físico, la deformación craneana, la mutilación dentaria y el agujereamiento de orejas, narices y labios.
La deformación craneana más común era la tubular erecta, consistente en el alargamiento del cráneo hacia arriba, colocando en las cabezas de los recién nacidos tablillas o cunas sujetas con ataduras. La mal llamada mutilación dentaria, pues en realidad se trataba de una técnica de embellecimiento, consistía en el aserramiento de los incisivos y caninos superiores, o en la incrustación en los mismos de pequeñas pieza de materiales nobles, como jadeíta, turquesa o incluso pirita.
Practicaban en algunos casos, como rasgos culturales que afectaban a su aspecto físico, la deformación craneana, la mutilación dentaria y el agujereamiento de orejas, narices y labios.
La deformación craneana más común era la tubular erecta, consistente en el alargamiento del cráneo hacia arriba, colocando en las cabezas de los recién nacidos tablillas o cunas sujetas con ataduras. La mal llamada mutilación dentaria, pues en realidad se trataba de una técnica de embellecimiento, consistía en el aserramiento de los incisivos y caninos superiores, o en la incrustación en los mismos de pequeñas pieza de materiales nobles, como jadeíta, turquesa o incluso pirita.
Mandíbulas prehispánicas. En la superior de observan dientes aserrados y con incrustaciones.
Principalmente entre las élites -guerreros, sacerdotes y nobles- solían agujerearse las orejas, el septum nasal y el labio inferior, colocando en ellos, respectivamente, orejeras, pequeños huesos, y piezas de piedras preciosas o de obsidiana llamadas por los españoles bezotes (de bezo, labio).
Manuscrito Tovar. Coronación de Motecuhzoma Ilhuicamina.
En él puede observarse el uso de nariguera y bezote.
____________________
2. Mireya Imaz: "Historia Natural del Valle de México". Revista Ciencias. Volumen 15. Facultad de Ciencias. UNAM. pp. 15-21. ↩
3. Jorge Legorreta Gutiérrez: "Los ríos de la ciudad de México: pasado, presente y futuro". Revista Ciencias. UNAM. Numero 107-108. Julio 2012-Febrero 2013. pp. 18-32. ↩
4. William T. Sanders, Jeffrey R. Parsons, Robert S. Stanley: "The basin of México. Ecological Processes in the Evolution of a Civilization". Academic Press Inc. 1979. New York. https://www.revistaciencias.unam.mx/es/145-revistas/revista-ciencias-107-108/1169.↩
5. Francisco López de Gómara: "Historia de la conquista de México". Biblioteca Ayacucho. Caracas. 1979. pp. 340-341. ↩
6. Francisco Hernández: "Antigüedades de la Nueva España". Ed. Dastin, S.L. Madrid. 2000. p. 110. ↩
7. Francisco Javier Clavigero: "Historia antigua de México". Ed. Porrúa. México. 1982. p. 45. ↩
8. María Elena Salas Cuesta: "La población de México-Tenochtitlan. Estudio de osteología antropológica". Instituto Nacional de Antropología e Historia. México. 1982. pp. 74-75. ↩
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