En el período Postclásico -ca. 900 d.C. - 1.521 d.C.-, después de la caída de la civilización de Teotihuacan, se instaló en el Altiplano Central una endémica situación de guerra de unos pueblos contra otros, tratando de obtener el dominio supraestatal e incluso la mera supervivencia política. Aunque los señoríos eran teóricamente independientes unos de otros, era común la dependencia territorial entre ellos. En esta situación, la formación de alianzas cuatripartitas o tripartitas para la defensa de intereses comunes, principalmente militares, era conocida en el Altiplano Central con anterioridad a la que es objeto del presente análisis, remontándose hasta la época de los toltecas. Como ejemplo de las primeras se puede citar la conformada por los cuatro señoríos de Tlaxcallan; prototipos de las segundas, las constituídas por Tollan-Colhuacan-Otompan, y años después por Colhuacan-Coatlichan-Atzcapotzalco, mencionadas ambas por Chimalpahin.1
Fase
Constructiva III del Templo Mayor. Doble escalinata y estatuas de tezontle encontradas en la
base de las escaleras que conducían al adoratorio de Huitzilopochtli.
El nombre de Triple Alianza no se usó en
el lenguaje nahuatl. Chimalpahin escribió Excan Tlatoloyan -el lugar de gobierno en tres partes- para
designar a las coaliciones tripartitas mencionadas en el párrafo anterior. El
nombre castellano de Triple Alianza, aunque
aplicado por Clavijero2 en el siglo XVIII, se ha venido utilizando comúnmente por los tratadistas
desde que el Sr. Orozco y Berra lo empleara en sus comentarios a la “Crónica
Mexicana”. Textualmente, en su explicación del topónimo Tacuba, escribe:
“Su nombre mexicano es Tlacopan, y era cabecera del nuevo reino tepaneca, formando parte de la triple alianza ó reyes confederados del Valle.”3
Códice Osuna. Glifos de los tres Tlahtohcayome 4que constituyeron la Triple Alianza.
La Alianza, tuvo su precedente en la
coalición militar de Mexico-Tenochtitlan y Tetzcoco contra Atzcapotzalco, aunque, una vez
derrotada ésta última, se constituyó formalmente con la adición del señorío de Tlacopan, de común acuerdo según
las crónicas protenochcas, o a instancias de Netzahualcoyotl según Alva Ixtlilxochitl. Dice éste último en su
“Historia de la nación chichimeca”:
“[…] y lo que en el tiempo de sus pasados [de Netzahualcoyotl] había sido gobernado por una sola cabeza, parecióle ser mejor y más permanente que fuese gobernado por tres (los cuales fueron los reyes y señores de los tres reinos, México, Tetzcuco y Tlacopan), para lo cual lo trató y comunicó con el rey Itzcoatzin su tío, dándole las causas bastantes que para esto le movían. A Itzcoatzin le pareció muy bien lo que tenía determinado, aunque en lo de Tlacopan era de contrario parecer; lo uno porque Totoquihuatzin no era más de un señor particular, que había estado sujeto al de Azcaputzalco y lo otro, que por el mismo caso de que era de aquella casa, no convenía hacer en él semejante elección, porque no fuese que con ella se tornase a encender otro fuego que fuese mayor que el pasado; Nezahualcoyotzin replicó, que sería gran tiranía, de todo punto acabar el reino tan antiguo de los tepanecas, de donde procedía tantos señores, caballeros y personas ilustres; demás de que se pondría la cosa en tal punto y estado que no hubiese lugar de novedades y alteraciones. Y habiendo dado y tomado sobre este caso, hubo de permanecer el voto y parecer de Nezahualcoyotzin y así juntos todos los señores mexicanos y los de la parte de Nezahualcoyotzin, fueron jurados todos tres por sucesores al imperio y cada uno de por sí por rey y cabeza principal de su reino.”5
De la lectura del texto anterior puede inferirse, indirectamente, que la incorporación de Tlacopan a los dos aliados anteriores tuvo como objeto facilitar el control del territorio occidental de la Cuenca de México; aunque la participación de este señorío en las empresas de la Alianza fue poco significativa. Una vez constituída, los tres señores adoptaron el título de Acolhuatecutli y Chichimecatecutli -Señor de los acolhuas y Señor de los chichimecas- el gobernante de Tetzcoco; Colhuatecutli -Señor de los colhuas- el de Mexico-Tenochtitlan; y Tepanecatecutli -Señor de los tepanecas- el gobernante de Tlacopan.
Otra vez, sobre la fecha de constitución
de la Alianza difieren las distintas fuentes documentales y algunas ni siquiera
la mencionan. La guerra contra los tepanecas se puede considerar
terminada en 1.433 con la derrota de Cuitlahuac, si bien anteriormente,
en la conquista de Xochimilco, participaron las
fuerzas de los tres núcleos que formaron la confederación. Lo más probable es que la Alianza se formalizase en nahui Acatl -4 caña-, 1.431 de la era cristiana, año de la
proclamación de Netzahualcoyotl como tlahtoani de Tetzcoco y del reconocimiento de Totoquihuaztli de Tlacopan.
Me he venido refiriendo a la asociación
tripartita indistintamente con los términos de alianza y de confederación. Y es que aquella se aproximaba a lo que, desde el punto de vista político moderno, se entiende
como una confederación de Estados: Organización que vincula a través de un
pacto a varios Estados soberanos e independientes para unos fines concretos:
ayuda militar, cooperación económica, relaciones internacionales, etc.
El Dr. Justo López hace referencia a los rasgos característicos de una confederación según Jellinek, entre los que destacan: el que no afecta a la soberanía de los Estados confederados; que su fin principal es el referente a las relaciones internacionales con los demás Estados; y que la norma vinculatoria entre los Estados confederados es el pacto.6
Este pacto tuvo carácter permanente o a
perpetuidad, manifestado en el hecho de su duración de casi un siglo, hasta que
fue deshecho por los conquistadores españoles. Que los tres señoríos que
conformaban la Alianza eran soberanos se revela en el hecho de que en sus
asuntos internos no se inmiscuían, y aunque algunas crónicas dicen que el
nombramiento de tlahtoani debía de ser sancionado por los otros dos
gobernantes debemos entender este asunto como un acto meramente
protocolario, más dirigido a reafirmar la continuidad de la Alianza que
a la participación en la elección de aquél. Dice Zorita:
“Al señor de Mexico dice que habían dado la obediencia los de Tlezcuco y Tlacopam en las cosas de la guerra y en todo lo demás eran iguales porque no tenía el uno que hacer en el señorío de otro aunque algunos pueblos tenían comunes y repartían entre sí los tributos de ellos los de los unos igualmente y los de otros se hacían cinco partes dos llevaba el señor de Mexico y dos el de Tlezcuco y una el de Tlacopam.”7 [el subrayado se ha añadido aquí].
La Alianza trajo consigo
el establecimiento de un nuevo orden político y jurisdiccional sobre el
territorio e implicó un conjunto de fines, militares, económicos y de ayuda
mutua.
La nueva articulación política entrañó el reparto del territorio originario
y futuro entre los tres aliados, de modo que, inicialmente, cada uno de ellos
poseía pueblos propios, y los nuevamente conquistados, según Torquemada8,
pasaban al dominio del aliado al que habían tocado en suerte. Como se verá
posteriormente la distribución tributaria era más compleja.
En el orden militar, los
tres señoríos se comprometieron a unir sus ejércitos en una serie de campañas
iniciadas para dominar a los tlahtocayome
independientes
de los alrededores de la zona lacustre y posteriormente a
territorios cada vez más alejados de la Cuenca de México. La declaración de guerra era tomada de común acuerdo entre
los tres tlahtoque, aunque la dirección de
las operaciones militares era confiada al señor de Tenochtitlan.
En la faceta económica, la expansión se basaba en la imposición de tributos a los pueblos sometidos. La participación en la distribución de los mismos es relatada de distinta manera según las fuentes documentales, aunque lo más cercano a la realidad es lo anteriormente escrito por el oidor Alonso de Zorita. En los pueblos originariamente dependientes de un aliado el tributo era percibido íntegramente por el mismo, así como en los conquistados a título individual. En los altepeme ocupados conjuntamente, unas veces cada aliado tomaba ciertos lugares y recaudaba su propio tributo; en otros casos era repartido a partes iguales y, finalmente, en otras ocasiones la participación era de dos quintos del total para Tenochtitlan, dos quintos para Tetzcoco y el quinto remanente para Tlacopan.9
“[...] Monteçuma les habló desta manera: señores y grandes de Tezcuco, Xuchimilco, Culhuacan, Cuitlauac, Mezquic, Cuyuacan, Azcaputzalco y Tacuba, que presentes estais, que aueis acudido á mi llamado, sabed: que sois aquí venidos para rogaros encarecidamente que consideréis que nuestro dios y vuestro padre y madre de todos, debaxo de cuyo amparo estamos, ques Vizilopochtli, no tiene casa ni donde pueda ser honrado; emos acordado de hacer un suntuoso templo dedicado á su nombre […] yo os mando que luego que lleguéis á vuestras ciudades, mandéis á todos vuestros vasallos que acudan á esta obra con los materiales necesarios, que son piedra, cal, madera y todo lo demas que esta obra requiere […] Ellos dixeron les placía, y con esto se despidieron del rey y de los demás señores y se fueron cada uno á su ciudad, donde luego aperciuieron a todas sus gentes para que se aperciuiesen de materiales para el edificio, lo qual se empeçó á hacer con mucha diligencia".10
En cuanto a las obras hidráulicas, un ejemplo es el de la construcción del albarradón que separó las aguas de la zona de Tetzcoco de la de México. Se sabe que Netzahualcoyotl fue su artífice intelectual. Motecuhzoma y el mismo Netzahualcoyotl, solicitaron la ayuda de Tlacopan, Colhuacan, Itztapallapan y Tenayocan que la prestaron, según Torquemada.11 También se atribuye al tetzcocano la construcción de la calzada de Tepeyacac y la de la atarjea que llevaba el agua desde Chapoltepec a Tenochtitlan y que antes entraba por una zanja.
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2. Francisco Javier Clavijero: Historia antigua de México. Ed. Porrúa. Colección “Sepan cuantos…”. México. 1982. p. 103.↩
3. Fernando Alvarado Tezozómoc: Crónica Mexicana. Anotada por D. Manuel Orozco y Berra. José M. Vigil editor. México 1878. Cap. XXII, p. 292.↩
4. Ver glosario de términos en nahuatl.↩
5. Fernando de Alva Ixtlilxochitl: Ob. cit. p. 138.↩
6. Mario Justo López: Formas de Estado. En Derecho Constitucional General. Compil. Raúl Ferrero Costa. Universidad de Lima, 2004. p. 285.↩
7. Alonso de Zorita: Relación de la Nueva España. CONACULTA. Colección Cien de México, 1999. Vol I. p. 321.↩
8. Fray Juan de Torquemada: Monarquía Indiana. Edición digital. UNAM. Instituto de Investigaciones Históricas. Estudios de Cultura Nahuatl. México 1975-1983. Vol. I, Libro II, Cap. LVII. p. 242.↩
9. Pedro Carrasco: Estructura político-territorial del Imperio tenochca. FCE-El Colegio de México. México. 1996. pp. 328-331. ↩
10. Fray Diego Durán: Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme I. CONACULTA. Cien de México. Primera reimpresión. 2002. México. pp. 184-185.↩
11. Fray Juan de Torquemada: Ob. cit. Vol. I., Libro II. Capítulo XLVI. p. 219.↩
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