No sólo somos guardianes de nuestros hermanos. De incontables formas, mayores y menores, también hacemos a nuestros hermanos.
Bonaro W. Overstreet
Según Chimalpahin, en el año 10 Tochtli -1.398 d.C.- nacieron el mismo día, de distintos madres, dos hijos del tlahtoani Huitzilihuitl, uno al alba y el otro cuando el sol ya estaba elevado: fueron conocidos como Tlacaelel y Motecuhzoma Ilhuicamina1, respectivamente. Era, pues, aquél el mayor de los dos, aunque no llegó a ostentar la máxima dignidad de los mexicas. Sin embargo, durante el mandato de su medio hermano ejerció altas funciones de gobierno y fue un fiel y leal colaborador del mismo -frater fidelis-.
Tlacaelel -el de corazón varonil- fue sobrino de Itzcoatl y hermano de Chimalpopoca y Motecuhzoma, tlahtoque estos tres últimos de Tenochtitlan, a los que sobrevivió. Fue un dignatario crucial durante los mandatos de Itzcoatl, Motecuhzoma y Axayacatl, hasta su fallecimiento, ( ca. 1.475 d.C.).
Este personaje, que ostentó entre otros el título de cihuacoatl -literalmente mujer serpiente; también gemelo femenino-, fue quizás el más importante ideólogo de los cambios habidos en el tlahtohcayotl mexicatl en sus últimos casi cien años de andadura. Fray Juan de Torquemada2, negó su existencia, creyendo que Itzcoatl también habría sido conocido por tal nombre. Y un insigne jesuita afirma que a Motecuhzoma por sus “inmortales hazañas dieron el nombre de Tlacaelel”.3
Figura 20.- Lámina del Códice Azcatitlan. Detrás del trono de Motecuhzoma Il- huicamina se observa un personaje con diadema, que quizás sea Tlacaelel.
Pero son numerosas las fuentes, independientes unas de otras, que dan relación de él, lo que impide poner en duda su existencia; aquellas que utilizan o se basan en un mismo manuscrito, designado como Crónica X por los modernos analistas, son las de Durán, Tezozómoc y Juan de Tovar, exaltando tan notablemente su papel que han llevado a un ilustre antropólogo a escribir:
La narrativa histórica es dominada en su parte central por la personalidad y liderato de Tlacaelel, medio hermano de Motecuhzoma I, quien sirvió, en su papel de Cihuacoatl, como coadjutor y principal consejero de los dirigentes Tenochca desde Motecuhzoma I a Ahuitzol (en otros relatos, hasta Axayacatl). Tan exageradamente exaltado y heroico es el rol atribuído a esta figura que parece probable que el original de esta versión de la historia de Tenochtitlan fue escrito por uno de sus numerosos descendientes.4 [traducción personal]
¿Cuál era el papel o el rol del cihuacoatl en la política mexicatl? La existencia de este cargo o función no es exclusivamente mexica; se conocen los nombres de otros individuos que ejercieron tal dignidad en otros señoríos del centro de México. Para comprender su significado hay que acudir a la creencia mesoamericana en la dualidad como principio consustancial de todo lo creado y existente: así, Ometeotl, el dios del que procede todo lo engendrado, incluso los otros dioses, tiene una doble vertiente masculina-femenina -Ometeotl y Omecihuatl- y por ello creadora; la faceta opuesta a los cielos se encuentra en los distintos niveles del inframundo o mictlan; al sol se enfrenta la luna; a lo masculino, lo femenino; a la vida, la muerte. Incluso entre los dioses creados por el principio dual existen analogías simbólicas: Huitzilopochtli representa lo solar, lo masculino, mientras que Cihuacoatl simboliza lo telúrico, lo femenino. Y así, se podrían citar numerosos ejemplos.
En una sociedad como la mesoamericana en la que el principio dual era aplicado analógicamente a tantos aspectos existenciales, no podía lo político escapar a este fundamento general; al poder del tlahtoani, representante de Huitzilopochtli, de lo solar y de lo masculino se contraponía, o más bien lo complementaba, el del cihuacoatl, representante de la diosa del mismo nombre -otra advocación de Coatlicue-, arquetipo de lo terrenal, de lo femenino. Había una división de funciones entre ambos, de las cuales las más importantes correspondían al tlahtoani como apoderado del Sol: el bienestar supremo de su pueblo y los asuntos concernientes a la guerra. Al cihuacoatl correspondían cuestiones de índole interna: el funcionamiento de la administración, importantes funciones judiciales en el ámbito criminal y la vigilancia de los templos, ritos y asuntos internos del sacerdocio.
Los cronistas y primeros historiadores españoles no comprendieron en profundidad la significación de tal realidad política -la concepción dual del poder como manifestación de una misma realidad-, y aplicando términos análogos a los que les eran familiares en el occidente europeo equipararon tlahtoani a rey o emperador y cihuacoatl a “coadjutor”, juez, consejero supremo e incluso a virrey.
Volviendo a Tlacaelel, según Durán su primera gran actuación tiene lugar cuando logró convencer a Itzcoatl de que había que ir a la guerra contra Atzcapotzalco para sacudirse el yugo de los tepanecas. El tlahtoani y algunos señores mexicas, a instancias del común del pueblo, eran partidarios de someterse a las crecientes exigencias tepanecas ante el temor de ser destruídos. En la asamblea en la que se discutía la cuestión tomó la palabra Tlacaelel:
¿ques esto, mexicanos? ¿qué haceis? Vosotros estais sin juicio: aguardá, estaos quedos, dejadnos tomar más acuerdo sobre este negocio: ¿tanta cobardía a de auer que nos auemos de ir á entretexer con los de Azcaputzalco? y llegándose al Rey, le dixo: Señor, ¿qué es esto? ¿cómo permites tal cosa? Hablá á ese pueblo; búsquese un medio para nuestra defensa y honor, y no nos ofrezcamos así tan afrentosamente entre nuestros enemigos. Entonces el rey, volviéndose á la gente que presente estaua, díxoles: ¿todavía determinais de iros á Azcaputzalco? Cosa de gran baxeça me parece: yo quiero dar un corte [una orden] que sea á nuestro onor y no con tanta desonra como vosotros haceis: aquí estais todos los señores y principales tíos, hermanos y sobrinos mios, todos de valor y estima: ¿quién de vosotros será osado á ir ante el rey de Azcaputzalco á sauer de la determinación suya y de su gente? [...]5
Tlacaelel se ofreció e Itzcoatl lo envió de embajador ante Maxtla de Atzcapotzalco, siendo inevitable la declaración de guerra. Ganada la misma, se inició la supremacía de Tenochtitlan sobre el resto de los señoríos del Altiplano.
Como consecuencia de la derrota de la capital tepaneca y de sus ciudades vinculadas se produjo, como se vió en el capítulo anterior, una consolidación del poder de la nobleza frente al pueblo, acompañada de una reforma de la tenencia de la tierra consistente en el reparto de tierras de los vencidos al tlahtoani, a los grandes, y a los barrios para el ornato y culto de sus templos; y se ofrecieron títulos a los guerreros que se habían distinguido en las batallas. En este cambio, si consideramos lo manifestado en el manuscrito Tovar, mucho tendría que ver Tlacaelel ya que, refiriéndose a Itzcoatl y a los consejos de aquél, dice:
Aquella noche envió a llamar a su gran capitán Tlacaéllel, porque no hacía más de lo que él le aconsejaba, y proponiéndole el caso le pidió su parecer; [...]6 [el subrayado se ha añadido aquí].
Otra de las transformaciones habidas durante el mandato de su tío, la reconsideración de la Historia es achacada a influencia ideológica de Tlacaelel. El pasado del pueblo mexica, pobre e insignificante, se cambió para justificar la relevancia que estaba adquiriendo, haciéndolo emparentar con la aristocracia heredera de los toltecas, símbolo de toda legitimidad. La nueva percepción de la historia del pueblo mexica es la que nos ha llegado a través de las fuentes históricas conocidas: códices, anales, y relatos de cronistas e historiadores posteriores a la conquista.
La figura de Huitzilopochtli ocupa un papel fundamental en la nueva Historia. Al igual que a Quetzalcoatl, se le identificará con el Sol y será el que conserve la vida de esta edad en la que palpitamos los humanos. Era creencia antigua en Mesoamérica que el mundo había existido a través de varias edades, generalmente cuatro, en cada una de las cuales la vida había sido exterminada por cataclismos. Los mexicas añadieron una quinta, la actual, que también sería destruída por terremotos. Los primitivos dioses, en esta quinta edad, sacrificándose habían creado el Sol y la Luna, la luz y la oscuridad, y a los humanos. Había que alimentar al Sol-Huitzilopochtli para que se mantuviese vivo y renaciese todos los días de su lucha contra la oscuridad. Pero el dios no quería un alimento cualquiera, sino los corazones y la sangre de los hombres, su líquido precioso -chalchiuatl-. Era necesario apagar este apetito con el sacrificio de numerosos seres humanos y el medio de obtenerlos era conseguir prisioneros que sacrificar a la divinidad.
Para Tlacaelel el pueblo mexica era el elegido por Huitzilopochtli para esta misión, la de alimentar al Sol, para que pudiese seguir alumbrando el mundo. Y la obtención de prisioneros se conseguía por medio de la guerra. Incluso se le atribuyó el comienzo de las guerras floridas contra los tlaxcaltecas a fin de obtener prisioneros que sacrificar, sin necesidad de efectuar grandes desplazamientos para la toma de los mismos.
Esta concepción, que ha sido llamada “visión místico-guerrera del mundo”, por León-Portilla7, proporcionaba justificación al afán expansionista de los mexicas a través guerras de conquista.
Los mexica tomaron de los toltecas un antiguo mito, que conocemos a través de la “Leyenda de los Soles”, que relataba que una diosa dio a luz a cuatrocientos mimixcoa -serpientes de nubes- y posteriormente a cinco más. Estos últimos fueron amamantados por el dios de la tierra Mexitli; de ahí el nombre de mexitin tomado por los mexicanos. El Sol llamó a los cuatrocientos mimixcoa y les entregó flechas y escudos para que le proporcionaran víctimas humanas con que alimentarlo. Pero los mimixcoa no cumplieron con su deber y pasaron el tiempo cazando, emborrachándose y durmiendo con mujeres. Entonces el Sol ordenó a los cinco últimos nacidos, uno de los cuales era Mixcoatl -Serpiente de Nubes-, que los matasen, lo cual realizaron:
Luego los vencieron y los destruyeron (a los cuatrocientos), y entonces sirvieron de comer y de beber al Sol.8
Continúa la “Leyenda” diciendo que Mixcoatl engendró en Chimalma -Escudo de mano- a Quetzalcoatl. Los 400 mimixcoa, por mano de tres de ellos, mataron a su hermano Mixcoatl, al que odiaban. Quetzalcoatl vengó a su progenitor matando a los tres en lo alto del cerro de Mixcoatepec.
Posteriormente, los mexicas reemplazarían a los cuatrocientos mimixcoa por los cuatrocientos huitznahua, a quienes, como ya se dijo en el Capítulo II, Huitzilopochtli mató en Coatepec; y el papel de Mixcoatl fue adoptado por el dios tutelar de los mexica.
Tlacaelel no quiso ser tlahtoani cuando se le ofreció el cargo a la muerte de Motecuhzoma Ilhuicamina. He aquí como describe Durán, en palabras atribuídas a aquél, su negativa a la propuesta de los principales para su nombramiento:
[…] mexicanos: yo os agradezco la honra que me quereis dar; pero ¿qué mas honra puedo yo tener que la que hasta aquí he tenido? ¿qué mas señorío puedo tener del que tengo y e tenido? pues ninguna cosa los reyes pasado an hecho sin mi parecer y consejo en todos los negocios civiles y criminales, y ya yo no tengo edad para la carga que me quereis echar, y hacé cuenta que con el mesmo cuidado os serviré y ampararé hasta que se me acaue la vida, y así no tengáis pena, que yo os señalaré quién a de ser rey y señor vuestro, y vayan a llamar al rey Neçaualcoyotl, de la provincia de Aculuacan y al rey Toloquinztli [sic] de la nación tepaneca, porque con ellos quiero consultar mi parecer y consejo.9
1. Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin: Las Ocho Relaciones y el Memorial de Colhuacan. Ed. CONACULTA. México 2003, 1ª reimpresión. Vol. II. Séptima Relación. p. 53.↩
2. Fray Juan de Torquemada: Monarquía Indiana. Edición digital. UNAM. Instituto de Investiga-ciones Históricas. Estudios de Cultura Nahuatl. México 1975-1983. Vol. I, Libro II, Cap. LIV. pp. 236-237.↩
3. Francisco Javier Clavijero: Historia antigua de México. Editorial Porrúa, S.A. Colección “Sepan cuantos…”. Séptima edición. México. 1982. p. 94. ↩
4. Nicholson, H.B.: The Aztecs: The History of the Indies of New Spain. Fray Diego Durán. American Anthropologist Vol 66,6. Washington 1964. pp. 1408-1410.↩
5. Fray Diego Durán. Fray Diego Durán: Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme. Vol. I. CONACULTA. Cien de México. Primera reimpresión. 2002. México. p. 122. ↩
6. Juan de Tovar: Historia y creencias de los indios de México. Miraguano ediciones. Madrid 2001. p. 130. ↩
7. Miguel León-Portilla: Aztecas-Mexicas. Desarrollo de una civilización originaria. Ediciones Algaba. Madrid 2005. pp. 107-108.↩
8. Códice Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlan y Leyenda de los Soles. UNAM. IIH. 2ª Ed. México. 1975. p. 123. ↩
9. Fray Diego Durán. Ob. cit. pp. 304-305.↩
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