Ya hemos visto que los mexica situaron como
centro de su ciudad el espacio sagrado, constituído por el primitivo adoratorio
de Huitzilopochtli, que con el transcurso del tiempo se convertiría en un
recinto ceremonial que contenía, además del Templo Mayor, diversos edificios públicos y religiosos. Dicho espacio
era una gran plaza casi cuadrangular, rodeada de una ancha barda o
plataforma, de unos 460 m. de norte a
sur por 430 m de este a oeste, con tramos de escaleras y alfardas hasta su
parte superior. Esta plataforma tenía cuatro salidas a las calzadas que se
dirigían a los cuatro puntos cardinales.
El espacio profano se dividió siguiendo la orientación de
esos puntos, en cuatro grandes distritos, llamados Atzacoalco, Moyotlan, Teopan y Cuepopan. Cada uno de ellos se componía, a su vez, de varios calpoltin. En esta época Tlaltelolco solamente
estaba separada de Tenochtitlan por medio de un
canal, pero en realidad constituía un gran distrito más de la urbe.
De época prehispánica no ha quedado ningún mapa de la
ciudad. El más antiguo que se conoce es el de Nuremberg, atribuído por algunos
a Cortés, llamado así por haber sido publicado en dicha ciudad en 1524, junto
con la traducción latina de las Cartas de Relación de Hernán Cortés al Emperador Carlos.
En la figura 40 se ha reflejado por medio de flechas la situación de cada
distrito, así como la localización de Tlaltelolco.
Al llegar Motecuhzoma al poder el planeamiento general de la
ciudad estaba ya consolidado, limitándose el mismo al levantamiento de algún
templo, a la construcción de diversos edificios públicos o de recreo y al
mantenimiento y policía de la urbe.
¿Qué extensión tenía la ciudad a principios del siglo XVI?
Este tema ha sido objeto de numerosos análisis, si bien siguiendo la
información proporcionada por el Conquistador Anónimo, de que:
La gran ciudad de Temistitán México [Mexico-Tenochtitlan] está edificada en la parte salada del lago, no enteramente en medio, sino como a un cuarto de legua de la orilla, por la parte más cercana. Puede tener esta ciudad de Temistitán más de dos leguas y media, o acaso tres, de circunferencia, poco más o menos.1
y considerando
que la ciudad podía tener una figura más o menos circular, según el mapa
atribuído a Cortés (Fig. siguiente), se llega a calcular una superficie aproximada de
15,5 Km2.2
Mapa de Nuremberg, 1.524. El Norte corresponde hacia abajo. Con flechas se indica la división en cuatro sectores de la ciudad de Tenochtitlan, así como sus denominaciones.
De los años que se han dado en denominar etapa constructiva VII del recinto del Templo Mayor, la que transcurre durante el gobierno de Motecuhzoma II, no queda prácticamente más que una parte del enlosado de la plataforma sobre la que se levantaba el mismo, ya que los españoles lo arrasaron completamente. No obstante, de las excavaciones arqueológicas y de las crónicas del siglo XVI puede reconstruirse en parte el aspecto que tuvo a la llegada de los castellanos. Según los informantes de Fray Bernardino de Sahagún, dentro del recinto sagrado existían 78 edificios.3 El principal era el Huei Teocalli, con los templos de Tlaloc y Huitzilopochtli en su cima, el primero al norte y el segundo al sur de la misma. Había numerosos templos dedicados a dioses individuales, como Tetzcatlipoca, Quetzalcoatl, Centeotl, etc.; y un edificio, el Coacalco o Coateocalli, en el que “moraban” todos los dioses de las ciudades sometidas. También había otras construcciones relacionadas con los rituales, como varios tzompantli, o hileras de cráneos-, tlachtli -juegos de pelota-, moradas de los religiosos, fuentes para las abluciones sacerdotales, y unas casillas adosadas a la parte interior del recinto donde los “principales” y “oficiales de la república”4 se recogían a ayunar y hacer penitencia durante cuatro días antes de las fiestas veintenales. Existían además construcciones puramente civiles, como calmecac -residencia sacerdotal y escuela para hijos de los nobles-, y el Yopicalco, un edificio para alojar a los señores y dignatarios que acudían como invitados a actos ceremoniales o religiosos en Tenochtitlan. Es de mencionar también la existencia de un arsenal o armería general -Tlacochcalco-.
Dentro del recinto ceremonial mandó Motecuhzoma construir el Coateocalli -Templo de la culebra-, edificio para acoger a todos los dioses de los territorios dominados por los mexicas; en realidad para personalizar, a través de sus divinidades, a los pueblos sometidos.
Si
se tiene en consideración lo manifestado en los “Anales de Cuauhtitlan”, pudo
haber tenido en mente la idea de reconstruir el Templo Mayor, aunque dicha obra no la llegó a realizar:
12 calli. [1.517 d.C.] En este año Moteucçoma dio muerte a Tzompanteuctli de Cuitlahuac y a todos sus hijos. Los matadores fueron solamente los cuitlahaucas, por mandado de Moteucçoma, rey de México. La causa porque murió Tzompanteuctli, fué lo que respondió a Moteucçoma. Le había pedido consejo sobre lo que convenía hacer; le había dicho: “Me ha parecido necesario que sea de oro macizo la casa de Huitzilopochtli, y que por dentro sea de chalchihuites y de plumas ricas de quetzalli, etc. Así que será menester el tributo del mundo; porque necesitará de el nuestro dios. ¿Qué te parece?” Respondió Tzompanteuctli y dijo: “Amo nuestro y rey, no es así. Entiende que con eso apresurarás la ruina de tu pueblo y que ofenderás al cielo que estamos viendo sobre nosotros […].5 [el año cristiano entre paréntesis se ha añadido aquí].
Por lo que se refiere al espacio profano o resto de la
ciudad, ya se describieron en el Capítulo II las grandes calzadas que la
conectaban con las riberas del lago; todas ellas, excepto quizás la de Itztapallapan, con sus puentes levadizos para la circulación de las
embarcaciones. Había numerosos canales que daban un aspecto reticular al solar
de la ciudad y entre los mismos se localizaban las casas y las chinampas. Los nobles habitaban en los
espacios más cercanos al centro ceremonial y sus casas, levantadas sobre
plataformas para evitar las inundaciones, solían ser de mampostería, estucadas
en el exterior e interiores, con azotea y, a veces, con un piso superior.
Cortés, en su Segunda Carta dirigida al Emperador Carlos, escribe:
Hay en esta gran ciudad muchas casas muy buenas y muy grandes, y la causa de haber tantas casas principales es que todos los señores de la tierra, vasallos del dicho Mutezuma, tienen sus casas en la dicha ciudad y residen en ella cierto tiempo del año, y demás de esto hay en ella muchos ciudadanos ricos que tienen asimismo muy buenas casas. Todos ellos, demás de tener muy grandes y buenos aposentamientos, tienen muy gentiles vergeles de flores de diversas maneras, así en los aposentamientos altos como bajos.6
Las casas del resto de la población, dependiendo de su nivel
económico podían ser de cal y canto, con terrado y encaladas; pero las de la mayoría
de la gente común eran de adobe, fueran individuales o familiares, y se
agrupaban alrededor de patios en los que se hacía vida social. Más al exterior
de la ciudad eran simples chozas de cañas rellenas con barro y tejado de paja,
cañas, u otra materia vegetal. Las había individuales y familiares.
En cada uno de los grandes distritos en que se dividió la
ciudad también había escuelas de jóvenes, palacios y numerosos templos.
En Tlaltelolco también existía un
centro ceremonial, un mercado -tianquiztli- y a su alrededor las casas de los nobles y de los mercaderes
que habían conseguido hacer del distrito el lugar comercial más importante de Mexico-Tenochtitlan.
Este tlahtoani no
destacó como un decidido emprendedor de obras públicas de importancia. Su
realización principal consistió en un nuevo palacio al que mudó su residencia,
un gran complejo habitacional al sur del recinto ceremonial, formado por cinco
grandes estructuras intercomunicadas, elevadas sobre plataformas.
Este palacio, conocido como “casas nuevas de Moctezuma”, fue
edificado en la zona incluida entre la actual Plaza de la Constitución y las
calles de Moneda, Correo Mayor, Venustiano Carranza y Pino Suárez, al sureste del recinto ceremonial. Se sabe por las fuentes
documentales que tenía bellos jardines y cercana al mismo una “casa de las aves” o “casa de los animales” -Totocalli- con una gran cantidad de ejemplares, tanto de la Meseta Central como de lugares
tropicales de las costas del Golfo y del Pacífico. Su ubicación estaría en lo
que después fueron terrenos ocupados por el Templo de San Francisco, en la
actual calle de Francisco I. Madero. Las investigaciones arqueológicas han
puesto de manifiesto que estos recintos fueron utilizados en otras épocas y en
distintas partes de Mesoamérica, con intereses políticos -prestigio ante vecinos y enemigos-,
religiosos -poseer animales o aves para los sacrificios rituales-, e incluso
económicos -de las aves exóticas y de algunas más comunes se utilizaban las
plumas, muy apreciadas para la confección de vestidos ornamentales y de lujo-.
He aquí como describen los informantes de Sahagún la llamada “casa de las aves”
o “casa de los animales”:
Otra casa se llamaba totocalli, donde estaban unos mayordomos que guardavan todo género de aves, como águilas y otros paxarotes, [...] Y también en este lugar se juntaban todos los oficiales, como plateros o herreros y oficiales de plumajes y pintores y lapidarios que labraban chalchihuites y entalladores. Y también en este lugar residían unos mayordomos que tenían cargo de guardar tigres y leones, y onças y gatos cervales.7
Tenochtitlan, otra de cuyas representaciones gráficas a comienzos del Siglo XVI se ofrece en el Mapa siguiente, era en 1.519 la más poblada del continente americano y una de las más grandes del mundo. Entre estudiosos de la demografía hay notables divergencias sobre la cifra de habitantes de la ciudad en esa época. Dichas diferencias se deben a la inexistencia de datos o a las referencias superficiales hechas por los primeros cronistas, además de al uso de distintos sistemas de cálculo.
Si se toma en cuenta el número de casas -60.000- a que hacen
referencia algunos cronistas, y un número de cinco personas por familia
ocupante de cada casa, se llegaría a una cifra de 300.000 habitantes,8
sin desconocer que las cuantías ofrecidas por di versos investigadores modernos
varían entre 60.000 y 700.000, aunque esta última cifra
Teocalli de la Guerra Sagrada. Museo Nacional de
Antropología e Historia. México DF. Fotografía de la parte frontal y dibujo de
la talla superior.
La llamada Piedra del Sol (Siguiente fig.), aunque no hay unanimidad sobre la fecha de su realización, también puede atribuirse a este período ya que en el segundo círculo central, a la izquierda del rayo triangular de la parte de arriba, presenta un glifo con los símbolos del nombre de Motecuhzoma II -una diadema y una nariguera-. Se trata de un monolito de basalto, de 3,60 m. de diámetro por 1,22 m de espesor y que pesa más de 24 toneladas. Es una representación del nacimiento del mundo actual, precedido de las cuatro edades anteriores y probablemente transmitiese a quien lo viese el encumbramiento al que había llegado el pueblo mexica.
En el arte del mosaico destaca, entre otras muchas, la Serpiente bicéfala, pectoral de 43 cm. de longitud consistente en una base de madera de cedro, cubierta de teselas de turquesa y jade adheridas con resina de pino. Las narices, encías y dientes de las serpientes tienen incrustaciones de conchas blancas y rojas. Probablemente perteneciese a algún miembro de la nobleza o del estamento sacerdotal.
El llamado Penacho de Motecuhzoma es una muestra del arte plumario de la cultura mexica y azteca en general. Está formado por 500 plumas de quetzal procedentes de 250 aves. No se sabe si perteneció al tlahtoani mexicatl, o si fue usa- do como insignia militar o en ceremonias rituales. Fue regalado por el tlahtoani a Cortés y enviado por éste, junto con otros obsequios, a Carlos V. Hoy permanece en el Museo Etnológico de Viena.
El llamado Penacho de Motecuhzoma. Museo Etnológico. Viena. Austria.
Como ejemplo final de la perfección que habían alcanzado
las artes de la orfebrería, textil, plumajería y otras, podemos destacar la
impresión que transmitieron a Alberto Durero, en Bruselas, los regalos hechos
por Motecuhzoma a Hernán Cortés y que
éste envió al emperador Carlos V:
He visto entre las curiosidades que se han traído al rey desde el nuevo país del oro, un sol de oro de una braza de anchura y una luna de plata de la misma dimensión. He admirado dos cámaras llenas de toda clase de curiosidades del mismo lugar, armas, arneses, máquinas de guerra, maravillosos escudos, literas y muchas otras cosas al uso de las gentes de ese país. Es de notar que todos estos objetos son infinitamente más bellos y ricos que los que encontramos entre nosotros [...] Confieso que nada ha excitado tanto mi curiosidad como la de estos productos extraordinarios que prueban el espíritu ingenioso e inventivo de los habitantes de esos países lejanos.11 [Traducción personal].
2. Teniendo en cuenta la longitud de dos leguas y media, y que la legua castellana mide 5,572 Km., la longitud del radio del círculo de la ciudad equivaldría a 2,217 Km. (13,93 =2 x 3,1416 x R). Una fácil operación matemática nos daría para la superficie del círculo 15,44 Km2.
Siguiendo a Alfonso Caso, José Luis de Rojas aproxima la superficie de la ciudad a 13,5 Km2. José Luis de Rojas: México Tenochtitlan. Economía y sociedad en el Siglo XVI. F.C.E. 2ª ed. México 1.992. p. 35.
De este asunto volveremos a tratar en un próximo Apéndice. ↩
3.Fray Bernardino de Sahagún: Historia general de las cosas de la Nueva España. Editorial Dastin, S.L. Madrid 2001. Tomo I. pp. 247-258.↩
4. Fray Bernardino de Sahagún: Ob. cit. Tomo I. pp. 257-258.↩
5. Códice Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlan y Leyenda de los Soles. Traducción Primo Feliciano Velázquez. UNAM. Instituto de Investigaciones Históricas. Segunda edición. México 1975.p. 61. ↩
6. Hernán Cortés: Cartas de Relación. Editorial Porrúa. Colección Sepan Cuantos. 23ª edición. México. 2010. p. 81. ↩
7. Fray Bernardino de Sahagún: Ob. cit. Tomo II. p. 668. ↩
8. George C. Vaillant: La civilización azteca. FCE. 2ª ed. 7ª reimpresión. México 1985. p. 115. ↩
9. Hernán Cortés: Ob. cit. Segunda Carta. p. 77. ↩
10. Antonio de Herrera y Tordesillas: Historia General de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra firme del Mar Océano. Impr. Nicolás Rodríguez Franco. 1726-27. Vol I. Década Segunda. p. 190.↩
11. Charles Narrey: Albert Durer à Venise et dans les Pays-Bas. Librairie V. Jules Renouard. Ed. París. 1.866.↩
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