...... y no ignoro que todas las islas, incluso las conocidas, son desconocidas mientras no desembarcamos en ellas.
José SaramagoNos dice Tezozómoc:
"[...] luego agarraron a Copil allí, en Tepetzinco; y en cuanto murió le degolló al punto, le abrió el pecho y le tomó el corazón; [...] En cuanto le hubo muerto Huitzilopochtli echó a correr con el corazón de Copil, yendo a encontrarle el teomama llamado Cuauhtlequetzqui, quien al encontrarle: '¡Pasaste trabajos, oh sacerdote!', respondiéndole él: 'Oh Cuauhtlequetzqui, ven, he aquí el corazón del bellaco de Copil, a quien fui a matar; corre y llévatelo dentro del tular, del carrizal, donde verás un tepetate3 sobre el cual descansara Quetzalcoatl cuando se marchó; allí te colocarás en pie cuando arrojes el corazón de Copil'. Por esto viene Cuauhtlequetzqui de inmediato a arrojar el corazón; cuando hubo llegado a donde había prometido vio inmediatamente el tepetate, se subió sobre él a arrojar el corazón, que fue a caer dentro del tular, del carrizal[...]"4
Y unas páginas adelante escribe:
"[...] Luego, cuando Huitzilopochtli vió y llamó a sí de noche al 'teomama' llamado Cuauhtlequetzqui, o quizás Cuauhcoatl, le dijo: '¡Oh Cuauhcoatl! habéis visto ya y os habéis maravillado con todo lo que hay allá dentro en el carrizal. Oíd, empero, que hay algo más que no habéis visto todavía; idos incontinenti a ver el 'tenochtli'5 en el que veréis se posa alegremente el águila, la cual come y se asolea allí; por lo cual os satisfaréis, ya que es el corazón de Copil que arrojaras cuando te pusiste en pie en Tlalcomocco, y que luego fué a caer a donde visteis, al borde del escondrijo de la cueva, en Acatzallan, en Toltzallan y donde germinó el corazón de Copil, que ahora llamamos 'tenochtli'; allí estaremos, nos encontraremos con las diversas gentes, pecho y cabeza nuestros; con nuestra flecha y escudo nos veremos con quienes nos rodean, a todos los que conquistaremos, apresaremos; pues ahí estará nuestro poblado, México Tenochtitlan, el lugar en que grita el águila, se despliega y come, el lugar en que nada el pez, el lugar en que es desgarrada la serpiente, México Tenochtitlan, y acaecerán muchas cosas'; e inmediatamente dijo Cuauhcoatl: 'Está bien, ¡oh sacerdote! Ha otorgado tu corazón: óiganlo por tanto tus padres y los ancianos todos' y de inmediato reunió Cuauhcoatl a los mexica y les notificó la plática de Huitzilopochtli, oyéndola ellos".6
En ese lugar levantaron un pequeño altar dedicado a Huitzilopochtli, que con el transcurso del tiempo fueron agrandando hasta convertirlo en la impresionante estructura conocida hoy como el Templo Mayor -Huey Teocalli, textualmente Gran Casa de Dios-, ubicada dentro de un recinto ceremonial en el que había otros templos, adoratorios, casas sacerdotales y de enseñanza de los hijos de los nobles, e incluso cancha para el juego de pelota -tlachtli- y muros o altares de cráneos -tzompantli-.
La imagen del águila sobre el nopal desgarrando a una serpiente es hoy en día el Escudo Nacional de los Estados Unidos Mexicanos.
Bandera de México, con el Escudo Nacional en el centro
Alrededor de ese altar, orientado en dirección este oeste por ser Huitzilopochtli un dios solar, edificaron, en un principio, casas de barro y cañas en que resguardarse e hicieron la traza de lo que sería la futura ciudad, dividiendo el espacio en cuatro distritos, compuestos cada uno de ellos por varios calpoltin.
Por lo que respecta al año de la fundación, la mayoría de las crónicas señalan Ome Calli -Dos Casa-, es decir, 1.325 d.C., aunque algún estudioso como Nigel Davies7 fija dicha fecha en 1.345 d.C..
Prescindiendo de elementos míticos, puede afirmarse que se refugiaron en dicho islote, huyendo de la persecución de Colhuacan, y con el consentimiento del dirigente de Atzcapotzalco, que los sometió a tributación y utilizó sus servicios como mercenarios.
El asentamiento en ese lugar, dejando de lado la pobreza a que hacen referencia las crónicas, resultó muy acertado desde un punto de vista estratégico: ofrecía posibilidades alimenticias, dada la riqueza faunística del lago; permitía el aprovechamiento agrícola de su zona pantanosa, mediante el uso de técnicas agrarias que ya conocían; poseía buenas condiciones defensivas al estar rodeado de agua; y permitía el intercambio de productos con los otros pueblos ribereños del lago utilizando embarcaciones, lo que no era de poca importancia conociendo que el único sistema de transporte de mercancías por tierra era a espaldas de porteadores humanos, dada la falta de animales de carga y tiro y el desconocimiento del uso de la rueda para estos menesteres.
Según refieren algunas crónicas, un grupo de mexicas, descontentos con la distribución de tierras o quizás acuciados por la falta de espacio, se separaron del grupo principal y se establecieron en otro islote cercano, situado al norte, fundando otra población llamada Tlaltelolco -Tlatelolco-. Mencionan dichas crónicas haber ocurrido tal hecho en Ce Calli -Uno Casa-, 1.337 d.C., trece años después de la fundación de Tenochtitlan.
Sobre las fechas de fundación de ambas ciudades hay que hacer notar las discrepancias existentes entre las primeras fuentes documentales y los modernos descubrimientos arqueológicos. Éstos sugieren, tanto en lo que respecta a los hallazgos de cerámica como a las fases constructivas del Templo Mayor de Tlaltelolco, que este lugar estuvo habitado antes que Tenochtitlan. También la arqueología parece indicar que este último enclave estuvo habitado con antelación a la llegada de los mexicas.
¿De dónde procede la denominación de Mexico-Tenochtitlan? Ya que los estudios arqueológicos han puesto de manifiesto el poblamiento de la isla con anterioridad a la llegada de los mexicas ¿Cuál era su denominación? Según la explicación ofrecida por Cristian Duverger8 los Otomi, grupo étnico más antiguo en el Altiplano Central que los mexicas, denominaban en su lengua a la ciudad de México como amadetzâna -en el medio de la luna-, una metáfora por "en medio de la laguna". Los nuevos inmigrantes adoptaron, nahuatlizándolo, el nombre del lugar, si bien para distinguirse de sus anteriores moradores añadieron el topónimo Tenochtitlan para adaptarlo a sus tradiciones, según las versiones que han llegado hasta nosotros.
Viene aquí en nuestra ayuda, otra vez, la arqueología. En la parte posterior del monolito conocido como el Teocalli de la Guerra Sagrada, descubierto en 1.926 en los cimientos del Palacio Nacional y hoy expuesto en el Museo Nacional de Antropología e Historia de Ciudad de México, está grabada la representación del lugar de la fundación de la ciudad. En la talla se ve el nopal creciendo sobre las entrañas de un ser humano tendido en el agua del lago; el águila posa sus garras sobre dos tunas, símbolo de los corazones, alimento divino; y de su pico sale el glifo representativo de la Guerra Sagrada, atl tlachinolli -agua quemada, el agua preciosa o sangre-. Todo ello vendría a significar, alegóricamente, que el pueblo de los mexica, con los corazones de los sacrificados conseguidos a través de la guerra y conquista, debía proporcionar al Sol, representado por el águila, su alimento sagrado para que pudiese seguir con su trayecto diario a través del cielo y, por lo tanto, garantizar la continuidad de la existencia de la humanidad.
Teocalli de la Guerra
Sagrada. Fotografías de la parte frontal y posterior.
2. Fray Diego Durán: "Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme". Ed. CONACULTA. Colecc. Cien de México. México 2012. pp. 90-91. ↩
3. De tepetlatl -estera de piedra-. En México, capa terrestre caliza y dura que se emplea en revestimientos de carreteras y para la fabricación de bloques para paredes. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la Lengua Española, 23ª ed., [versión 23.3 en línea]. [Consultado 05-02-2020]. ↩
4. Fernando Alvarado Tezozómoc: "Crónica Mexicayotl". En 'Tres crónicas mexicanas'. CONACULTA. Colecc. Cien de México. México 2012. pp. 43-44.↩
5. Tenochtli: de tetl -piedra- y nochtli -tuna o higo chumbo-. Los primeros cronistas lo tradujeron, erróneamente, como "tunal o chumbera en la piedra". ↩
6. Fernando Alvarado Tezozómoc: Ob. cit. p. 64. ↩
7. Nigel Davies: "Los mexicas. Primeros pasos hacia el imperio". UNAM. IIH. p. 46. ↩
8. Christian Duverger: "L'Origine des Aztèques". Editions du Seuil. Points Histoire. París 2003. pp. 139-142. ↩
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