Los mexica desde el momento del inicio de su marcha hacia
las tierras de la Cuenca de México eran plenamente mesoamericanos. Los
atributos de su vinculación con esta superárea cultural -Mesoamérica- fueron
aumentando conforme iban tomando contacto con los pueblos más avanzados
que encontraban en su migración.
Conocían el cultivo del maíz, la calabaza, el frijol, el jitomate, la chía, el chile, el amaranto. Utilizaban, cuando el terreno y su período de permanencia en él lo permitían, sistemas de agricultura tanto de secano como de regadío.
Su organización político-social fundamental en esta época era el calpolli, grupo comunitario con un fuerte sentido de identidad, por creer descender de un antepasado común, y con sus miembros emparentados. Tenía un liderazgo interno y un dios patrono o tutelar. Kirchhoff1 señaló entre los elementos comunes de Mesoamérica con otras áreas superculturales, en este caso los Andes, la existencia de clanes de tipo calpolli-ayllu.
Cada calpolli contribuía
a las necesidades del grupo que los incluía, suministrando, a modo de
gravamen, los productos que se le señalaban, aportando obligatoriamente el
trabajo de sus miembros para obras de la comunidad y dotando de efectivos
militares a la misma en caso de conflictos bélicos.
Se ha escrito que el grupo emigrante originario estaba compuesto por
seis calpolli, y otras veces por siete. Sea ello o no cierto, las
fuentes mencionan que en el transcurso de la migración hubo separación de
algunos de ellos e incorporación de otros nuevos, siendo así que bastantes años
después de la fundación de Tenochtitlan el número de los
mismos ascendía a veinte.
El grupo, o conjunto de calpolli, estaba dirigido por uno o varios
jefes o guías, con funciones militares y religiosas. La mayoría de las fuentes
documentales no designan a estos personajes como tlahtoque -
plural de tlahtoani-, sino con otros nombres, como el de capitanes
o guías. Solo utilizaron tal título después de entrar en contacto
con los otros pueblos de la Cuenca de México y una vez fundado el altepetl de Mexico-Tenochtitlan.
En cuanto a sus credo religioso, se trataba de un pueblo politeísta. De
antiguas creencias astrales, cuando entró en contacto con otros pueblos
sedentarios experimentó un proceso de aculturación y en materia religiosa
adoptó una actitud sincrética, acogiendo los dioses de éstos. Este sincretismo
no era una característica propia de los mexica, sino de todos los
mesoamericanos. Dice Fray Bernardino de Sahagún:
"[...] Hallóse después de pocos años muy evidentemente la falta que de la prudencia serpentina2 hubo en la fundación de esta nueva Iglesia, porque se ignoraba la conspiración que habían hecho entre sí los principales y sátrapas de recibir á Jesucristo entre sus dioses como uno de ellos, y honrarle como los mismos españoles le honran, conforme á la costumbre antigua que tenían, que cuando venía alguna gente forastera á poblar cerca de los que estaban ya poblados, cuando les parecía tomaban por dios al dios que traían los recién llegados; y así se multiplicaron los dioses entre ellos, tomando los que estaban ya poblados el dios de los que llegaban, y éstos el dios de los ya poblados; y de esta manera dicen que Tezcatlipuca es el dios de los de Tlamanalco, porque le trujeron consigo, y Huitzilopochtli es el dios de los mexicanos, porque le trujeron consigo; y así se multiplicaron los dioses entre ellos, tomando los que estaban ya poblados el dios de los que llegaban, y éstos el dios de los ya poblados [...]3" [el subrayado se ha añadido].
Con el transcurso del tiempo, los altos sacerdotes y pensadores llegaron a elaborar una creencia que consideraba que todo debía su origen a un principio dual, creador de los dioses, del mundo y de todo lo que existía, incluyendo los humanos. Tal principio, Ometeotl -Dios Dos-, tenía una manifestación masculina, Ometecuhtli -Señor Dos- y otra femenina -Omecihuatl -Mujer Dos-; ahora bien, tal pensamiento debía de descansar en las élites intelectuales, pues no se conocen imágenes de la dualidad dedicadas a su culto popular.
Entre los
dioses del primer grupo destacaban Huitzilopochtli,
Tezcatlipoca y Quetzalcoatl.
Entre los del segundo sobresalían Tlaloc, Tlaltecuhtli y Xipe
Totec.
Huitzilopochtli -el Colibrí de la izquierda o Colibrí del sur- era el dios patrono y guía de los mexicas, aunque cada uno de los calpolli tenía su propio dios tutelar. El Colibrí de la izquierda era un dios guerrero y asociado al Sol, que mantenía una lucha con los dioses nocturnos, representados por las Estrellas y la Luna, de la que salía diariamente victorioso para así mantener la existencia del mundo. Pero para ello exigía como alimento el corazón y la sangre de los humanos, cuya provisión era obligación del pueblo mexica, a través del sacrificio, fundamentalmente, de prisioneros obtenidos en combate. Desde su nacimiento al amanecer hasta su zénit era escoltado por los guerreros muertos en combate y desde el zénit hasta el ocaso era acompañado por las mujeres fallecidas en el parto. Dos tipos de colectivos, los guerreros muertos en combate o cautivos sacrificados por el enemigo y las mujeres muertas en el parto tenían el honor de disfrutar de un lugar "post mortem" -La Casa del Sol- distinto al de los fallecidos de muerte natural, que estaban destinados al Mictlan o Inframundo, independientemente de su posición social o de su comportamiento en vida.
Tezcatlipoca -Espejo Humeante-, dios omnipresente y personificador del cielo nocturno, representaba al guerrero del norte; al contrario que Huitzilopochtli, dios guerrero del sur. Era el protector del Telpochcalli -Casa de los jóvenes- establecimiento destinado a la educación de los jóvenes plebeyos y donde se les enseñaba el oficio de la guerra.
Quetzalcoatl -Serpiente emplumada- es otro dios perteneciente a este grupo, aunque también con connotaciones telúricas. Muy antiguo en el panteón mesoamericano, probablemente fuera conocido por los olmecas unos 1000 años a.C., aunque donde está claramente representado es en la escultura de Teotihuacan y posteriormente de Tula. Dios de vida, que con su sangre sobre los hombres muertos en otra época creó a la nueva humanidad, a la que enseñó también el cultivo del maíz, era también la deidad del viento y representaba la sabiduría, las artes y las ciencias, que transmitió a los humanos. Era el dios protector del calmecac, escuela superior donde los hijos de los nobles, y excepcionalmente algunos plebeyos distinguidos, eran educados en conocimientos religiosos, históricos, astronómicos, calendáricos y en el arte de la guerra. De estas escuelas procedían los más altos representantes del sacerdocio, de la administración civil y de la alta dirección militar.
Tlaltecuhtli -Señor de la tierra- era representado como un monstruo con las fauces abiertas para devorar los cuerpos y beber la sangre de los cadáveres. A Huitzilopochtli, en cambio, como se ha dicho, se ofrecían los corazones y sangre de los sacrificados.
Xipe-Totec -Nuestro Señor el desollado-, dios de la agricultura, de la vegetación y de los orfebres, representaba la regeneración mediante el desecho de lo que ha dejado de ser útil, la renovación de la nueva vegetación a partir de las plantas secas. Es uno de los dioses que más animadversión concitó entre los primeros cronistas españoles, ya que su ofrenda consistía en desollar a un esclavo cuya piel vestía un sacerdote, como signo de desprendimiento de lo viejo y de cambio, como lo hace la naturaleza que se transforma mudando su piel seca para adquirir un nuevo verdor.
Rendían culto, entre otros muchos, a los dioses del fuego, del inframundo, de la luna, de las estrellas, del octli -pulque, bebida alcohólica obtenida de la fermentación del jugo del maguey-.
En relación con la escritura, aunque no eran poseedores un alfabeto, sí tenían un sistema de signos pictográficos que les permitía representar números, anales, y acontecimientos. Tales signos los plasmaban en pieles de animales o en una especie de papel -amatl- fabricado con la corteza de árboles, principalmente del género Ficus, que después enrollaban o plegaban en forma de biombo. Estos anales y crónicas eran escuetamente representados y servían como ayuda para la transmisión oral de las historias por parte de aquellos que las habían aprendido de memoria durante su formación.
Entre los dioses asociados a la humedad y a la fertilidad
se encontraba Tlaloc -Néctar de la Tierra-, deparador de la
lluvia y del rayo, que aunque benefactor en general, era temido por su ira, que
se manifestaba en sequías, en riadas o en heladas y granizadas. Para propiciar
sus efectos beneficiosos se le sacrificaban prisioneros y niños. De su
importancia en el panteón mexica da fe el hecho de que en Tenochtitlan tenía
su altar en la cumbre del Templo Mayor al lado del de Huitzilopochtli.
Los fallecidos por ahogamiento o hidropesía tenían el privilegio de ir al Tlalocan,
lugar paradisíaco y morada del dios.
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2. Jesús a sus discípulos: "He aquí, yo os envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas." Evangelio de San Mateo. c. 10, v. 16. ↩
3. Joaquín García Icazbalceta: "Fragmentos inéditos de Sahagún". En 'Bibliografía mexicana del siglo XVI'. Ed. Librería de Andrade y Morales Sucesores. México 1886. p. 317. ↩
4. Joaquín García Icazbalceta: "Fragmentos inéditos de Sahagún". En 'Bibliografía mexicana del siglo XVI'. Ed. Librería de Andrade y Morales Sucesores. México 1886. p. 317. ↩
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