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LUGAR DE LA EDIFICACIÓN DE MÉXICO-TENOCHTITLAN. CÓDICE DURÁN

lunes, 8 de marzo de 2021

El cihuacoatl Tlacaelel

 No sólo somos guardianes de nuestros hermanos.                                                                                                                                 De incontables formas, mayores y menores,                                                                                                                                también hacemos a nuestros hermanos.                          

Bonaro W. Overstreet 


    Según Chimalpahin, en el año 10 Tochtli -1.398 d.C.- nacieron el mismo día, de distintos madres, dos hijos del tlahtoani Huitzilihuitl, uno al alba y el otro cuando el sol ya estaba elevado: fueron conocidos como Tlacaelel Motecuhzoma Ilhuicamina1, respectivamente. Era, pues, aquél el mayor de los dos, aunque no llegó a ostentar la máxima dignidad de los mexicas. Sin embargo, durante el mandato de su medio hermano ejerció altas funciones de gobierno y fue un fiel y leal colaborador del mismo -frater fidelis-.

    Tlacaelel -el de corazón varonil- fue sobrino de Itzcoatl y hermano de Chimalpopoca y Motecuhzomatlahtoque estos tres últimos de Tenochtitlan, a los que sobrevivió. Fue un dignatario crucial durante los mandatos de Itzcoatl, Motecuhzoma y Axayacatl, hasta su fallecimiento, ( ca. 1.475 d.C.).   

    Este personaje, que ostentó entre otros el título de cihuacoatl -literalmente mujer serpiente; también gemelo femenino-, fue quizás el más importante ideólogo de los cambios habidos en el tlahtohcayotl mexicatl en sus últimos casi cien años de andadura. Fray Juan de Torquemada2, negó su existencia, creyendo que Itzcoatl también habría sido conocido por tal nombre. Y un insigne jesuita afirma que a Motecuhzoma por sus “inmortales hazañas dieron el nombre de Tlacaelel.3


Figura 20.- Lámina del Códice Azcatitlan. Detrás del trono de Motecuhzoma Il- huicamina se observa un personaje con diadema, que quizás sea Tlacaelel.

    Pero son numerosas las fuentes, independientes unas de otras, que dan relación de él, lo que impide poner en duda su existencia; aquellas que utilizan o se basan en un mismo manuscrito, designado como Crónica X por los modernos analistas, son las de Durán, Tezozómoc y Juan de Tovar, exaltando tan notablemente su papel que han llevado a un ilustre antropólogo a escribir: 

La narrativa histórica es dominada en su parte central por la personalidad y liderato de Tlacaelel, medio hermano de Motecuhzoma I, quien sirvió, en su papel de Cihuacoatl, como coadjutor y principal consejero de los dirigentes Tenochca desde Motecuhzoma I a Ahuitzol (en otros relatos, hasta Axayacatl). Tan exageradamente exaltado y heroico es el rol atribuído a esta figura que parece probable que el original de esta versión de la historia de Tenochtitlan fue escrito por uno de sus numerosos descendientes.4 [traducción personal]

    ¿Cuál era el papel o el rol del cihuacoatl en la política mexicatl? La existencia de este cargo o función no es exclusivamente mexica; se conocen los nombres de otros individuos que ejercieron tal dignidad en otros señoríos del centro de México. Para comprender su significado hay que acudir a la creencia mesoamericana en la dualidad como principio consustancial de todo lo creado y existente: así, Ometeotl,  el  dios del que procede todo lo engendrado, incluso los otros dioses, tiene una doble vertiente masculina-femenina -Ometeotl y Omecihuatl- y por ello creadora; la faceta opuesta a los cielos se encuentra en los distintos niveles del inframundo o mictlan; al sol se enfrenta la luna; a lo masculino, lo femenino; a la vida, la muerte. Incluso entre los dioses creados por el principio dual existen analogías simbólicas: Huitzilopochtli representa lo solar, lo masculino, mientras que Cihuacoatl simboliza lo telúrico, lo femenino. Y así, se podrían citar numerosos ejemplos.  

    En una sociedad como la mesoamericana en la que el principio dual era aplicado analógicamente a tantos aspectos existenciales, no podía lo político escapar a este fundamento general; al poder del tlahtoani, representante de Huitzilopochtli, de lo solar y de lo masculino se contraponía, o más bien lo complementaba, el del cihuacoatl, representante de la diosa del mismo nombre -otra advocación de Coatlicue-, arquetipo de lo terrenal, de lo femenino. Había una división de funciones entre ambos, de las cuales las más importantes correspondían al tlahtoani como apoderado del Sol: el bienestar supremo de su pueblo y los asuntos concernientes a la guerra. Al cihuacoatl correspondían cuestiones de índole interna: el funcionamiento de la administración,  importantes funciones judiciales en el ámbito criminal y la vigilancia de los templos, ritos y asuntos internos del sacerdocio.

    Los cronistas y primeros historiadores españoles no comprendieron en profundidad la significación de tal realidad política -la concepción dual del poder como manifestación de una misma realidad-, y aplicando términos análogos a los que les eran familiares en el occidente europeo equipararon tlahtoani a rey o emperador y cihuacoatl a “coadjutor”, juez, consejero supremo e incluso a virrey.

    Volviendo a Tlacaelel, según Durán su primera gran actuación tiene lugar cuando logró convencer a Itzcoatl de que había que ir a la guerra contra Atzcapotzalco para sacudirse el yugo de los tepanecas. El tlahtoani y algunos señores mexicas, a instancias del común del pueblo, eran partidarios de someterse a las crecientes exigencias tepanecas ante el temor de ser destruídos. En la asamblea en la que se discutía la cuestión tomó la palabra Tlacaelel:

¿ques esto, mexicanos? ¿qué haceis? Vosotros estais sin juicio: aguardá, estaos quedos, dejadnos tomar más acuerdo sobre este negocio: ¿tanta cobardía a de auer que nos auemos de ir á entretexer con los de Azcaputzalco? y llegándose al Rey, le dixo: Señor, ¿qué es esto? ¿cómo permites tal cosa? Hablá á ese pueblo; búsquese un medio para nuestra defensa y honor, y no nos ofrezcamos así tan afrentosamente entre nuestros enemigos. Entonces el rey, volviéndose á la gente que presente estaua, díxoles: ¿todavía determinais de iros á Azcaputzalco? Cosa de gran baxeça me parece: yo quiero dar un corte [una orden] que sea á nuestro onor y no con tanta desonra como vosotros haceis: aquí estais todos los señores y principales tíos, hermanos y sobrinos mios,  todos  de valor y estima: ¿quién de vosotros será osado á ir ante el rey de Azcaputzalco á sauer de la determinación suya y de su gente? [...]5

    Tlacaelel se ofreció e Itzcoatl lo envió de embajador ante Maxtla de Atzcapotzalco, siendo inevitable la declaración de guerra. Ganada la misma, se inició la supremacía de Tenochtitlan sobre el resto de los señoríos del Altiplano. 

    Como consecuencia de la derrota de la capital tepaneca y de sus ciudades vinculadas se produjo, como se vió en el capítulo anterior, una consolidación del poder de la nobleza frente al pueblo, acompañada de una reforma de la tenencia de la tierra consistente en el reparto de tierras de los vencidos al tlahtoani, a los grandes, y a los barrios para el ornato y culto de sus templos; y se ofrecieron títulos a los guerreros que se habían distinguido en las batallas. En este cambio, si consideramos lo manifestado en el manuscrito Tovar, mucho tendría que ver Tlacaelel ya que, refiriéndose a Itzcoatl y a los consejos de aquél, dice:

Aquella noche envió a llamar a su gran capitán Tlacaéllel, porque no hacía más de lo que él le aconsejaba, y proponiéndole el caso le pidió su parecer; [...]6 [el subrayado se ha añadido aquí].

    Otra de las transformaciones habidas durante el mandato de su tío, la reconsideración de la Historia es achacada a influencia ideológica de Tlacaelel. El pasado del pueblo mexica, pobre e insignificante, se cambió para justificar la relevancia que estaba adquiriendo, haciéndolo emparentar con la aristocracia heredera de los toltecas, símbolo de toda legitimidad. La nueva percepción de la historia del pueblo mexica es la que nos ha llegado a través de las fuentes históricas conocidas: códices, anales, y relatos de cronistas e historiadores posteriores a la conquista.

    La figura de Huitzilopochtli ocupa un papel fundamental en la nueva Historia. Al igual que a Quetzalcoatl, se le identificará con el Sol y será el que conserve la vida de esta edad en la que palpitamos los humanos. Era creencia antigua en Mesoamérica que el mundo había existido a través de varias edades, generalmente cuatro, en cada una de las cuales la vida había sido exterminada por cataclismos. Los mexicas añadieron una quinta, la actual, que también sería destruída por terremotos. Los primitivos dioses, en esta quinta edad, sacrificándose habían creado el Sol y la Luna, la luz y la oscuridad, y a los humanos. Había que alimentar al Sol-Huitzilopochtli para que se mantuviese vivo y renaciese todos los días de su lucha contra la oscuridad. Pero el dios no quería un alimento cualquiera, sino los corazones y la sangre de los hombres, su líquido precioso -chalchiuatl-. Era necesario apagar este apetito con el sacrificio de numerosos seres humanos y el medio de obtenerlos era conseguir prisioneros que sacrificar a la divinidad.

    Para Tlacaelel el pueblo mexica era el elegido por Huitzilopochtli para esta misión, la de alimentar al Sol, para que pudiese seguir alumbrando el mundo. Y la obtención de prisioneros se conseguía por medio de la guerra. Incluso se le atribuyó el comienzo de las guerras floridas contra los tlaxcaltecas a fin de obtener prisioneros que sacrificar, sin necesidad de efectuar grandes desplazamientos para la toma de los mismos.

    Esta concepción, que ha sido llamada “visión místico-guerrera del mundo”, por León-Portilla7, proporcionaba justificación al afán expansionista de los mexicas a través guerras de conquista.

    Los mexica tomaron de los toltecas un antiguo mito, que conocemos a través de la “Leyenda de los Soles”, que relataba que una diosa dio a luz a cuatrocientos mimixcoa -serpientes de nubes- y posteriormente a cinco más. Estos últimos fueron amamantados por el dios de la tierra Mexitli; de ahí el nombre de mexitin tomado por los mexicanos. El Sol llamó a los cuatrocientos mimixcoa y les entregó flechas y escudos para que le proporcionaran víctimas humanas con que alimentarlo. Pero los mimixcoa no cumplieron con su deber y pasaron el tiempo cazando, emborrachándose y durmiendo con mujeres. Entonces el Sol ordenó a los cinco últimos nacidos, uno de los cuales era Mixcoatl -Serpiente de Nubes-, que los matasen, lo cual realizaron:

Luego los vencieron y los destruyeron  (a los cuatrocientos), y entonces sirvieron de comer y de beber al Sol.8       

    Continúa la “Leyenda” diciendo que Mixcoatl engendró en Chimalma -Escudo de manoQuetzalcoatlLos 400 mimixcoapor mano de tres de ellos, mataron a su hermano Mixcoatl, al que odiaban. Quetzalcoatl vengó a su progenitor matando a los tres en lo alto del cerro de Mixcoatepec.

    Posteriormente, los mexicas reemplazarían a los cuatrocientos mimixcoa por los cuatrocientos huitznahua, a quienes, como ya se dijo en el Capítulo II, Huitzilopochtli mató en Coatepecy el papel de Mixcoatl fue adoptado por el dios tutelar de los mexica.

    Tlacaelel no quiso ser tlahtoani cuando se le ofreció el cargo a la muerte de Motecuhzoma Ilhuicamina. He aquí como describe Durán, en palabras atribuídas a aquél, su negativa a la propuesta de los principales para su nombramiento:

[…] mexicanos: yo os agradezco la honra que me quereis dar; pero ¿qué mas honra puedo yo tener que la que hasta aquí he tenido? ¿qué mas señorío puedo tener del que tengo y e tenido? pues ninguna cosa los reyes pasado an hecho sin mi parecer y consejo en todos los negocios civiles y criminales, y ya yo no tengo edad para la carga que me quereis echar, y hacé cuenta que con el mesmo cuidado os serviré y ampararé hasta que se me acaue la vida, y así no tengáis pena, que yo os señalaré quién a de ser rey y señor vuestro, y vayan a llamar al rey Neçaualcoyotl, de la provincia de Aculuacan y al rey Toloquinztli [sic] de la nación tepaneca, porque con ellos quiero consultar mi parecer y consejo.9

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1. Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin: Las Ocho Relaciones y el Memorial de Colhuacan. Ed. CONACULTA. México 2003, 1ª reimpresión. Vol. II. Séptima Relación. p. 53.

2. Fray Juan de Torquemada: Monarquía Indiana. Edición digital. UNAM. Instituto de Investiga-ciones Históricas. Estudios de Cultura Nahuatl. México 1975-1983. Vol. I, Libro II, Cap. LIV. pp. 236-237.

3. Francisco Javier Clavijero: Historia antigua de México. Editorial Porrúa, S.A. Colección “Sepan cuantos…”. Séptima edición. México. 1982. p. 94.

4. Nicholson, H.B.: The Aztecs: The History of the Indies of New Spain. Fray Diego Durán. American Anthropologist Vol 66,6. Washington 1964. pp. 1408-1410.

5. Fray Diego Durán. Fray Diego Durán: Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme. Vol. I. CONACULTA. Cien de México. Primera reimpresión. 2002. México. p. 122.

6. Juan de Tovar: Historia y creencias de los indios de México. Miraguano ediciones. Madrid 2001. p. 130.

7. Miguel León-Portilla: Aztecas-Mexicas. Desarrollo de una civilización originaria. Ediciones Algaba. Madrid 2005. pp. 107-108.

8. Códice Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlan y Leyenda de los Soles. UNAM. IIH. 2ª Ed. México. 1975. p. 123.

9. Fray Diego Durán. Ob. cit. pp. 304-305.

Un período de profundas realizaciones

    Fue quizás Motecuhzoma el Viejo el tlahtoani mexica que más contribuyó al engrandecimiento de su pueblo, ampliando sus dominios territoriales, como se ha visto, hacia los cuatro rumbos y extendiendo sus conquistas desde el Golfo hasta casi el Pacífico. Pero también son de destacar sus realizaciones materiales, entre las que sobresalen la construcción del dique o represa que dividió en dos el lago de Tetzcoco, la edificación de un acueducto que sustituyó a la anterior fábrica del de Chapoltepec y la ampliación del Huei Teocalli; así como las reformas efectuadas por el mismo, asistido por su medio hermano, el cihuacoatl Tlacaelel, en el ámbito de la milicia y de las disposiciones legales.

    Los cronistas han dejado constancia de las inundaciones que periódicamente afectaban a las ciudades de Tenochtitlan y Tlaltelolco. Una de ellas tuvo lugar en 1.449 y produjo grandes daños tanto en las tierras de cultivo como en las casas. Dice Torquemada:

A los nueve años del reinado de Motecuhzuma crecieron tanto las aguas de esta laguna Mexicana, que se anegó toda la ciudad y andaban los moradores de ella en canoas y barquillas, sin saber qué remedio dar ni como defenderse de tan grande inundación.1

    Consultado con Netzahualcoyotl cómo atajar el problema en lo sucesivo, por consejo del mismo se decidió construir un dique o represa que separara las aguas salobres del lado oriental del lago Tetzcoco de las dulces de los otros lagos que, aunque  por estar a más altura vertían al mismo, al subir su nivel en época de abundantes lluvias provocaba que se inundasen las islas y producía una salinización que dificultaba la agricultura chinampera y de regadío de las riberas, además de causar mortandad en la fauna y en la vegetación.  

    El dique, en cuya construcción colaboraron los tres estados aliados y varias ciudades ribereñas sojuzgadas, se formó mediante una doble hilera de troncos, entrelazados con otros leños colocados horizontalmente, rellena de piedras y tierra; poseía aberturas para el desagüe de las aguas dulces en épocas de avenidas y sus medidas aproximadas eran de siete metros de ancho por 16 Km. de largo, extendiéndose en línea recta desde Atzacoalco hasta Itztapallapan 2. La importancia de la obra se demostró en el hecho de que durante décadas no se volvió a anegar la ciudad.

    El primitivo acueducto que conducía el agua de Chapoltepec a Tenochtitlan, realizado a base de carrizos y barro, se mostró poco resistente para aguantar el flujo y reflujo de las aguas y la crecida ocasional de las mismas, por lo que pronto dejó de ser útil, habiéndose pretendido al poco de su construcción hacer otro de mampostería. Pero no fue hasta los tiempos de Huehue Motecuhzoma cuando dicha obra se realizó, atribuyéndose también la guía de su factura a Netzahualcoyotl. Se respetó la antigua traza de la conducción, que por el norte de Chapoltepec doblaba hacia el este, entroncaba en ángulo recto con la calzada de Tlacopan y continuaba hasta la ciudad.

    La obra comenzó en 1.454 y fue terminada en 1.466. Nos dice Chimalpahin:

13 Tochtli. 1466. En este año llevaron a México el agua de Chapoltépec. Los tetzcocas tendieron el acueducto, el cual se excavó bajo la dirección de Nezahualcoyotzin; la construcción del acueducto duró 13 años.3

    Esta obra hidráulica constaba de dos canales estucados de 50 cm. de profundidad y la misma medida de anchura. El agua siempre circulaba alternativamente por uno de los canales, dejando el otro para ejecución de tareas de limpieza y mantenimiento.  En las cortaduras existentes en la calzada para el paso de canoas el agua circulaba por caños de madera. La eficacia de esta construcción permitió el abastecimiento de agua potable a la ciudad hasta la llegada de los españoles. He aquí como describe Cortés el acueducto en su segunda carta al emperador Carlos V, fechada en 30 de octubre de 1520

Por la una calzada que a esta   gran ciudad entra vienen dos caños de argamasa, tan anchos como dos pasos cada uno, y tan altos como un estado, y por el uno de ellos viene un golpe de agua dulce muy buena, del gordor de un cuerpo de hombre, que va a dar al cuerpo de la ciudad, de que se sirven y beben todos.  El otro, que va vacío, es para cuando quieren limpiar el otro caño, porque echan por allí el agua en tanto que se limpia; y porque el agua ha de pasar   por los puentes a causa de las quebradas por do atraviesa el agua salada, echan la dulce por unas canales tan gruesas como un buey, que son de la longua de dichas puentes, y así se sirve toda la ciudad.4

    Procedió también Motecuhzoma a agrandar el Huei Teocalli. Como ya se ha visto, dicha ampliación fue el motivo aducido para atacar a los chalcas al negarse éstos a colaborar proporcionando los materiales de construcción solicitados por los mexicas. El año de comienzo de las obras puede ser el de 1.453, atendiendo a los datos suministrados por tres fuentes:   Durán5, Chimalpahin6 y los Anales Mexicanos7o el de 1.454 según el glifo ce tochtli -uno conejo-, grabado sobre el muro posterior del templo de Huitzilopochtli.

    Aún tendría lugar durante su mandato, en el año de 1.467, una nueva reforma del edificio.8 Según los datos proporcionados por las excavaciones arqueológicas, las obras consistieron en una renovación de las escaleras de la fachada al poniente y del suelo de la plataforma.

    Al margen de las realizaciones materiales indicadas, fue en los ámbitos económico, político, social y religioso donde se produjeron las más destacadas transformaciones bajo el mandato del “Flechador del cielo”.

            Como consecuencia de la expansión territorial mexica y del tributo que enviaban los territorios conquistados entraban en Tenochtitlan cantidades enormes de bienes de todo tipo. Escribe Durán al respecto:

[…]  tributaban las provincias todas de la tierra, pueblos, villas y lugares, después de ser vencidos y sujetados por guerra […] A esta causa se dauan por sieruos y vasallos de los mexicanos y les tributauan de todas las cosas criadas debaxo del cielo, de oro, plata, joyas, piedras, plumas, armas, mantas, cacao, algodón, maíz, frisoles, uauhtli9, pepitas, chile de todo género, harina de todas semillas, petates, asentaderos, leña, carbón, loça de todo género, cotaras, piedras, madera, cal, caça de todo género, gallinas, volatería, águilas, leones, tigres, gatos monteses, de todo género de animales bravos y domésticos, cueros de animales curados y ricos, culebras grandes y chicas, bravas y mansas, pescados frescos y en barbacoa, de todo tanta cantidad, que no faltaua día desta vida que no entraua en la ciudad de Mé-xico gente forastera con gran cantidad de todas estas cosas, así de prouisión como de riqueça para el rey y para los grandes señores, lo cual ganaron con su sudor y trauaxo y con la fuerza de su pecho y de su caueça y braço, sujetando  todas  las naciones y trayéndolas en perpetua esclavonía y seruidumbre; el cual exercicio y oficio les dexó el dios Vitzilopochtli, prometiéndoles su favor y ayuda.10

    Este gran flujo de artículos, además de acrecentar la riqueza del tlahtoani y de los pipiltin, hizo aumentar considerablemente la población de la ciudad, que pasó de depender fundamentalmente de la agricultura y de los productos lacustres a especializarse en la manufactura de artículos diversos, intercambiables por los de primera necesidad. Esta nueva complejidad trajo consigo cambios en diversos órdenes de la sociedad.  En la esfera económica se perfeccionó la administración fiscal con la dotación de mayor número de calpixcazgos y el establecimiento de una rígida dependencia jerárquica de los mismos, bajo la autoridad del Huei Calpixqui o Calpixque Mayor, al que aquellos rendían cuentas de sus exacciones. Esta “burocratización” alcanzó a otros ámbitos de la sociedad como el religioso y el judicial. 

    En el terreno religioso se incrementó el número de templos y de sacerdotes y se les eximió del pago de tributo. Se creó un considerable número de oficios públicos, dependientes del peculio estatal, con la función de juzgar a distintos niveles las querellas civiles y las causas criminales; si bien la pena de muerte solo podían dictarla el tlahtoani o el cihuacoatl. 

    Motecuhzoma, quizás siguiendo el ejemplo de su aliado tetzcocano Netzahualcoyotl, promulgó un código normativo cuyo contenido nos ha llegado, probablemente incompleto,  únicamente a través de crónicas posteriores a la conquista española, fundamentalmente las de Durán y Tezozómoc, que se refieren casi en su totalidad a las que se han llamado “leyes suntuarias”.

    Si ya el sistema de clases de los mexicas estaba bastante estratificado se reforzó la posición de la nobleza con una serie de normas: fue establecido que el tlahtoani no se mostrase en público sino en ocasiones extraordinarias y que solo él usase corona en la ciudad; en palacio solo podrían ir calzados el tlahtoani y el cihuacoatl, bajo pena de muerte a quien contraviniese el mandato, y en la ciudad nadie podría ir calzado, so pena de la vida, excepto los combatientes que hubiesen realizado hazañas en la guerra, que podrían usar sandalias de distintas clases según su rango social; quedó reglamentado el uso de distintos tipos de mantas, de algodón y largas entre los nobles y de henequén para los plebeyos, que no podían llevarla más abajo de las rodillas, con pena de muerte para los infractores; únicamente a los grandes señores y reputados guerreros les era permitido edificar casas con más de un piso; solo a los nobles les era permitido el uso de bezotes, narigueras y orejeras de oro o piedras preciosas, si bien a los guerreros destacados se les autorizaba el uso de estos adminículos confeccionados de hueso u otros materiales no preciosos.

    Otro tipo de disposiciones no suntuarias atribuídas por los cronistas a Motecuhzoma fueron la de condenar a los adúlteros a muerte por apedreamiento y sin entierro; y que los ladrones fuesen vendidos por el precio de lo robado, excepto si el hurto era grave y cometido varias veces, en cuyo caso la pena era de muerte.

    Algunos investigadores han adjudicado a este gobernante la creación de las escuelas para jóvenes, basándose en que Durán afirma que ordenó que las hubiese en todos los barrios. Lo que parece al menos deducirse de las palabras del cronista es que se debe a este tlahtoani un decidido impulso a la educación de los jóvenes, bien en el telpochcalli o en el calmecac.

    En 1.469 d.C., tras un largo gobierno de veintinueve años de duración, fallece Motecuhzoma Ilhuicamina, habiendo expandido sus conquistas en las cuatro direcciones, más allá de la Altiplanicie central, y dejando una ciudad más poblada y rica que la que la existente al comienzo de su mandato.




1. Fray Juan de Torquemada: Ob. cit. Vol I. Libro II. Capítulo XLVII. p. 219.

2.Margarita Carballal Staedtler y María Flores Hernández: Tecnología de prevención de inundaciones en la cuenca de México durante el horizonte Postclásico. En Historia y desastres en América Latina. Vol. II. CIESAS. p. 10.

3.Chimalpahin: Ob. cit. Vol. II. Séptima Relación. p. 99.

4.Hernán Cortés: Cartas de Relación. Editorial Porrúa. Colección "Sepan Cuantos..." 23ª edición. México 2010. p. 81.

5.Fray Diego Durán: Ob. cit. Vol I. Capítulo XVI. p. 183.

6.Chimalpahin: Ob. cit. Vol. I. Quinta Relación. p. 395. Tercera Relación. pp. 207 y 225-227.

7.Anales Mexicanos. México-Azcapotzalco (1426-1589). Anales del Museo Nacional de México. Vol. VII. 1903. pp. 63- 65.

8.Chimalpahin: Ob. cit. Vol. II. Séptima Relación. p. 99.

9.Ver glosario de términos en nahuatl.

10.Fray Diego Durán: Ob. cit. Vol I. Capítulo XXV. pp. 262-263.